La minúscula y deshabitada isla de Perejil, que vendría a ser el Iwo Jima español, el peñasco en el que las Fuerzas Armadas se enfrentaron al Ejército marroquí en el verano del 2002 y escribieron, de acuerdo con el Gobierno de José María Aznar, "una página heroica que querían leer los españoles", se ha convertido en un importante punto para el traslado de hachís desde Africa hasta Europa. Situada a unas seis millas del centro de Ceuta y separada del pueblo marroquí de Beliones por un canal de apenas media milla, los narcotraficantes llevan tiempo utilizando el simbólico enclave --repleto de recovecos y casi desconocido hasta que ambos países se disputaron el derecho a colocar sus respectivas banderas en su lugar más alto--, como trampolín para que el hachís dé el salto a la costa española.

"Es un punto más. Y, sí, se utiliza", reconocen fuentes de los cuerpos de seguridad del Estado, quienes, no obstante, desmienten que Perejil, cuya extensión es de 500 metros de largo por 300 de ancho, sea "una especie de isla de la Tortuga", un lugar sin ley en el que el trasiego de estupefacientes sea constante.

Un punto más. Es decir, el peñasco ha vuelto a ser lo que era antes de aquellos días de julio del 2002 en los que seis miembros del Ejército marroquí colocaron su bandera y ocuparon la roca durante siete jornadas --en un operativo que precisamente buscó su justificación en la lucha contra el narcotráfico--, y después fueron desalojados y apresados sin disparar un solo tiro por 44 boinas verdes españoles, quienes, a su vez, hicieron ondear la rojigualda.

SIN ENSEÑA NACIONAL Más de seis años después de que España y Marruecos estuvieran al borde de la guerra, a la que no se llegó tras la mediación norteamericana, ahora, cuando no hay ninguna enseña nacional en el disputado islote, el ambiente es muy distinto: tratándose de un peñasco cuya titularidad se halla en el limbo, tanto la Guardia Civil, cada uno o dos días, como agentes del país magrebí, de forma muchísimo más ocasional, realizan patrullas por Perejil y sus inmediaciones.

Durante los últimos meses del pasado curso, agentes del Servicio Marítimo ceutí interceptaron diversas lanchas cerca de la roca. Las embarcaciones, sin ninguna duda, se habían utilizado para el transporte de hachís, pero en ese momento se encontraban huérfanas de carga. Sin embargo, la suerte cambió el pasado 9 de enero. Ese día, a media tarde, los agentes de la Benemérita vieron a dos personas en el enclave que fue calificado de "pequeña isla estúpida" por el exsecretario de Estado norteamericano, Colin Powell, quien hizo de mediador en la crisis hispano-marroquí del 2002. Los jóvenes, ambos marroquís, trataron en vano de esconderse. Antes de detenerles, los guardias civiles se toparon con 16 fardos meticulosamente preparados. Contenían 597 kilogramos de resina de hachís.

EXCESO DE CONFIANZA Tres días después del decomiso, los agentes encontraron un nuevo fardo, oculto entre las rocas y a unos dos metros de profundidad, con 37 kilogramos de droga. Lo más probable es que formaran parte del alijo anterior, pues la Guardia Civil estima que Perejil sirve de lanzadera pero no de lugar de almacén de hachís. Los arrestados declararían más tarde que la droga provenía de Alcazarquevir, en Marruecos, y que iba a ser recogida esa misma noche por una planeadora procedente de La Línea de la Concepción (Cádiz). "Cometieron un exceso de confianza", según fuentes del instituto armado, quizá motivado porque en otras ocasiones habían actuado así y nada les había ocurrido.

ENFRENTAMIENTOS La población de las aldeas marroquís vecinas al peñasco no parecen contemplar con buenos ojos todo este trasiego de estupefacientes. En diciembre pasado, según publicó entonces el diario Al Sabah , alrededor de 40 vecinos de Beliones se enfrentaron con palos y piedras a los narcotraficantes. Buena parte de los habitantes de este pueblo cruzan a diario la frontera ceutí para trabajar en la ciudad autónoma y temen que, como ocurrió durante los crispadas jornadas de julio del 2002, la actividad en una minúscula isla solo poblada por unas cuantas cabras pueda complicar su forma de ganarse la vida.