Durante cuatro millones de años, tortugas, iguanas, sinsontes y pinzones evolucionaron en las islas Galápagos sin competidores. Sin embargo, menos de 200 años de colonización humana han sido suficientes para llevar este excepcional ecosistema a un estado crítico. El archipiélago, emplazado en el oceáno Pacífico a mil kilómetros de la costa ecuatoriana, proporcionó al joven Darwin algunas de las evidencias cruciales para la Teoría de la Evolución.

"Por sí mismo, el ecosistema de las islas sería inviable: es necesario un esfuerzo continuo de conservación". Así resume la situación actual Sixto Naranjo, coordinador del parque nacional Galápagos. En el parque, que justamente este año celebra el cincuentenario de su fundación, están puestas las esperanzas.

DESCUBRIMIENTO CASUAL Las islas, descubiertas por casualidad en el siglo XVI, no fueron habitadas hasta los años 30 del XIX. Desde entonces, la presión humana ha modificado el ecosistema hasta el punto de que en el 2007 la Unesco las incluyó en la lista del patrimonio de la humanidad en peligro. "El parque protege el 97% del territorio terrestre y 138.000 kilómetros cuadrados de reserva marina --explica Naranjo--. Es una de las áreas más protegidas del mundo, pero no hay que bajar la guardia".

Cuando el investigador Darwin (de él se conmemora este año el primer centenario de su nacimiento) llegó a las Galápagos, las tortugas endémicas ya habían sido diezmadas, comidas por piratas y balleneros. "En la isla Española había solo 15 ejemplares en 1975. Este enero, con la última reintroducción, hemos alcanzado los 1.600". Actualmente, los huevos son llevados a un centro de cría en Santa Cruz y las pequeñas tortugas no son reintroducidas en el entorno natural hasta que tienen 4 o 5 años y se valen por sí mismas.

Este es un ejemplo del trabajo de precisión necesario para conservar las Galápagos. Otro es la defensa de las especies autóctonas ante el empuje de cabras, gatos, ratas y cerdos asilvestrados que arrasan con los recursos y con otros animales. "Tras años de cacerías por tierra y con helicóptero, hemos erradicado las cabras del norte de la Isabela --prosigue el coordinador--. La vegetación está empezando a recuperarse y aparecen nuevos nidos de tortuga".

PRESIONES No obstante, el hombre es la especie invasora con mayor impacto. "Recibimos presiones de los municipios para urbanizar áreas del parque", dice Naranjo. La pesca furtiva de pepino de mar y tiburones, ambos muy codiciados en Oriente, representa otra plaga, aunque ya se han puesto en marcha programas para que los pescadores se reconviertan al turismo ecológico. Entre los habitantes también es palpable la preocupación de que la nueva Constitución ecuatoriana derogue las estrictas reglas de acceso a las islas.

Además, esta situación facilitaría la inmigración e incrementaría aún más la presión. De hecho, las Galápagos tienen cerca de 30.000 habitantes, 10 veces más que hace tres décadas, y reciben además 200.000 visitas anuales.

El turismo es evidentemente uno de los factores de desgaste, según la Unesco, pero cerrar las islas a los viajeros no es la solución, asegura Naranjo. "Los turistas pueden acceder al 0,001% del parque --dice--. Si las Galápagos dejaran de suscitar interés internacional, sería difícil resistir a las presiones internas".

Además, los pasajeros que vienen desplazados desde el continente o se desplazan de una isla a otra pasan por controles, fumigaciones y escáneres del equipaje para evitar el transporte de comida u organismos que pudieran perjudicar la singularidad de cada isla.