La fuga de agua radiactiva detectada ayer evidencia lo lejos que se encuentra la central nuclear de Fukushima de ser doblegada y los infinitos caminos que encuentra para expandir su contaminación. Viene de una pequeña grieta de apenas 20 centímetros, suficientes para haber multiplicado la radiactividad del agua del mar próxima a la central. La buena noticia es que se ha podido identificar la causa. La mala, que podría no ser la única.

El agua se filtra a través de la grieta en el muro de una fosa próxima al reactor 2, uno de los más problemáticos desde que el seísmo golpeara las instalaciones y el tsunami las barriera tres semanas atrás.

ESTRATEGIA DESESPERADA El agua acumulada alcanza hasta un palmo de altitud en una zona donde hay numerosos cables eléctricos. La empresa anunció ayer que intentará taparla con cemento. El remedio sigue a la utilización de agua salada para enfriar los reactores y de resina para sujetar las partículas radioactivas al suelo.

Muchos expertos califican la estrategia de "desesperada" y apuestan por medidas más rotundas si no se conecta en breve el sistema de refrigeración eléctrico, tarea en la que llevan enfrascados los operarios durante tres semanas sin avances reseñables.

La grieta pudo causarla el seísmo y desde entonces habría estado filtrando la radioactividad, dijo la empresa. Su potencial dañino está contrastado: la radioactivitad en el aire sobre la fosa alcanza los 1.000 milisievers por hora, que se reducen a 400 en lecturas apenas medio metro más allá. Una exposición corta a 500 milisievers basta para que se dispare el riesgo de cáncer.

"Esta es una de las causas de la radiactividad del agua del mar, pero podría haber similares grietas en el área que debemos encontrar lo más rápidamente posible", afirmó Hidehiko Nishiyama, portavoz de la agencia nuclear japonesa.

MAS FILTRACIONES AL MAR El Gobierno ha insistido en que la contaminación del agua del mar no es preocupante para la salud humana por el efecto dispersador de la marea. Los operarios siguen sacando a marchas forzadas el agua encharcada de tres de los seis reactores de la central, que se sospecha que también se estaría filtrando al mar a través de conductos subterráneos.

El primer ministro japonés, Naoto Kan, llegó a las zonas devastadas tres semanas después de la tragedia. Hasta ahora sólo las había sobrevolado en helicóptero. Aquel viaje, el día después del terremoto, retrasó las operaciones de reparación de la empresa, según informó la prensa local.

Las víctimas y la oposición acusan a Kan de reaccionar tarde y mal. También de priorizar la lucha contra Fukushima y olvidar el drama humano de los muertos y refugiados por el tsunami.

Con el preceptivo uniforme azul, el primer ministro guardó un minuto de silencio en el pueblo de Rikuzentakata. A pesar de los muros de protección, las olas se tragaron a muchos de sus 23.000 habitantes.

"Será una batalla larga, pero el Gobierno trabajará duro con vosotros hasta el final. Necesito que todos lo hagáis lo mejor que podáis", aseguró Kan.

Muchos lugareños lamentaron su tardanza. "Hay refugios sin luz ni agua, y gente que ni siquiera puede ir a buscar a sus muertos. Me gustaría que se interesara por ellos", contestó un pescador citado por la agencia Reuters.