Calzaba unos zapatos visiblemente grandes, estaba sucia y con el pelo emmarañado. La joven de 13 años se acercó en estas condiciones a pedir ayuda a una mujer que paseaba a su perro. Y ella no dudó un instante. Se dirigió a la casa más cercana cercana y, sin perder un minuto -según relata la profesora Kristin Karingas a la prensa local-, dijo: «Es Jayme Closs, llame al 911». Ocurrió el jueves en Gordon, una remota localidad rural de Wisconsin. Jayme Closs es la niña de 13 años de la localidad de Barron (Wisconsin) desaparecida hace tres meses desde el mismo día en que descubrieron a sus padres muertos a tiros en su casa.

Los primeros indicios apuntan a que la joven logró huir de su captor, presumiblemente vinculado a la muerte de sus progenitores. De momento se ha producido una detención en relación al crimen. Un hombre, que no ha sido identificado por la policía, está detenido por el asesinato James Closs, de 56 años, y su esposa, Denise, de 46, cuyos cuerpos fueron encontrados el 15 de octubre en su casa. Desde ese mismo momento, se perdió la pista de Jayme durante tres meses.

El caso conmocionó a toda la zona, hasta el punto de que se organizaron búsquedas masivas, con 1.500 voluntarios recorriendo bosques y campos en los suburbios de Minneápolis, capital del vecino estado de Minessota. La familia ofreció una recompensa de 25.000 dólares por cualquier información que pudiera aportar datos fidedignos.

Tras ser explorada en el hospital, la joven fue conducida con sus familiares, unos tíos eufóricos que tenían pocas esperanzas de encontrarla con vida. La mujer a la que se dirigió la joven, que pidió mantener el anonimato, declaró telefónicamente a un diario local que no tuvo ningún género de dudas de que se trataba de Jayme porque todo el estado había sido empapelado con carteles con su rostro durante los meses de búsqueda. «Se acercó a mí y me pidió ayuda».

La familia que la atendió en el primer momento, integrada por la profesora Kristin Karingas y su esposo, Peter, no sale de su asombro. «Parecía que había visto un fantasma», relata Peter al Star Tribune, recordando cómo le ofrecieron comida y agua pero ella lo declinó. «Estaba tranquila, con sus emociones muy controladas», añade el marido. La que no controló sus emociones fue Sue Allard, la tía de Jayme, que apenas era capaz de expresar la enorme alegría que sentía.