En una crisis como la del vertido del golfo de México no hay un único villano, pero Tony Hayward, consejero delegado de BP, se ha asentado como la encarnación de los males de la catástrofe, especialmente tras declaraciones como la del 31 de mayo, cuando pronució la desafortunada frase "me gustaría recuperar mi vida".

El sábado, dos días después de ganarse el repudio del Congreso de Estados Unidos por su enervante negativa a asumir fallos en la seguridad por un intento de recortar gastos y uno después de ser retirado de las operaciones día a día en el golfo, Hayward pasó la jornada con su hijo en una regata alrededor de la isla de Wight, en el Reino Unido.

El jefe de gabinete de la Casa Blanca, Rahm Emanuel, añadió esa decisión a "una larga lista de meteduras de pata y errores".