La Compañía de Jesús, la primera orden religiosa masculina en número de miembros (más de 19.000, 1.500 de ellos españoles), la más influyente desde el punto de vista intelectual y la que goza de mayor reputación izquierdista, se halla en vísperas de una profunda remodelación. A partir del 7 de enero, 225 jesuitas se encerrarán durante dos meses en el cuartel general de la orden, en Roma, para elegir al sucesor del holandés Peter-Hans Kolvenbach, que en 1983 tomó las riendas de la compañía. Y de paso someterán a la orden a un exhaustivo chequeo para fijar las nuevas prioridades.

El relevo de Kolvenbach, que a su vez sucedió al bilbaíno Pedro Arrupe en un momento en el que arreciaban las tensiones entre Juan Pablo II y la compañía, cuenta con dos características que lo singularizan. Por un lado, su jefe ha presentado la renuncia al cargo que se presume vitalicio, algo que no había ocurrido en los 500 años de existencia. Por otro, por primera vez desde que Ignacio de Loyola fundó la organización, la responsabilidad de liderar a los soldados puede recaer en un religioso nacido en el tercer mundo.