"Se suele criticar su actitud hierática, esa extrema tranquilidad que aparenta. Sin embargo, esa puesta en escena es una gran virtud, porque es coherente con el mensaje que comunica. Montilla se propuso ser más catalán que nadie, y al final lo ha conseguido. Sus gestos trasmiten el seny de la burguesía catalana más seria y respetable. Su gestualidad es congruente con el personaje que quiere representar. Si se mostrara campechano o alegre confundiría a la gente. Su único hándicap es el acento. Cuando habla se nota que no es el catalán que sus señales corporales anuncian".