Alto, ensimismado, ausente y con pinta de místico vestido de luces y alamares, José Tomás es el intérprete literario de la neotauromaquia del siglo XXI en medio de la controversia que vive la fiesta, especialmente en Catalunya. Este acipresado castellano joven, enhiesto como una columna de Bernini con cabeza inteligente de espesa pelambrera sabe que en boca cerrada no entran moscas. Por eso --y hace bien-- no da entrevistas. Su magno discurso lo dicta sobre las arenas de sol y sombra.

Con toda probabilidad, esta tarde recibirá, en la plaza Monumental, una larga ovación que compartirá con Finito de Córdoba, que abre la terna, y Cayetano, que la cierra. La corrida --ocurra lo que ocurra artísticamente-- se inscribirá en la historia de la tauromaquia barcelonesa porque la presencia de José Tomás --que regresa a los ruedos tras cuatro años y nueve meses de retiro-- obligará a sus compañeros de terna a "apretarse los machos", a realizar buenas faenas, a competir con el divino que le llamaría Dalí.

Finito y Tomás son los diestros que han cortado los dos últimos rabos en Barcelona.