Los accidentes de tráfico, como el tabaco, más allá de los dramas personales que causan repercuten en el bolsillo de todos los ciudadanos. Un estudio elaborado por un comité de expertos, creado a iniciativa de la Fundación RACC y hecho público ayer, cifra en 928.000 euros el coste de cada joven muerto en la carretera. Aunque, como saben los expertos en guerras, no son estos precisamente los más costosos. Dos millones de euros es lo que vale la atención que necesita cada joven herido de gravedad que ya no pueda valerse por sí mismo el resto de su vida. Los que quedan inhabilitados para volver a trabajar suponen un gasto de 1,2 millones de euros.

La diferenciación entre jóvenes (de entre 15 a 29 años) y adultos no es baladí. En caso de fallecimiento de un adulto, su coste es de 559.000 euros (casi el 25% menos), mientras que la gran invalidez se sitúa en los 1,33 millones (el 33% menos) y la invalidez total en 800.000 euros (inferior en un 50%).

La estimación incluye el llamado coste de capital humano, es decir, la productividad que la víctima deja de aportar a la sociedad y que, lógicamente, es mayor cuanto más joven se es. Además, se toman en cuenta los costes policiales, los médicos, los de las secuelas (también mayores según va descendiendo la edad) y los materiales.

El coste económico de los accidentes en que se vieron involucrados jóvenes es de 4.175 millones de euros, lo que supone el 0,46% del producto interior bruto (PIB) y casi la mitad del total de los accidentes en España, según las estimaciones del RACC, que el propio organismo ha calificado "de mínimos y muy conservadoras".