En el 2010, la vida de Sam Ballard, un jugador australiano de rugby de 19 años, cambió para siempre, mientras estaba una noche con sus amigos tomando unas copas. Uno de sus acompañantes propuso un estúpido reto: comerse una babosa. Ballard no lo pensó, y aceptó el desafío.

Al cabo de unos días, el joven enfermó. Los análisis médicos que le practicaron revelaron que el invertebrado que había ingerido era portador del parásito Angiostrongylus cantonensis. La babosa, por su parte, había adquirido el parásito a través de heces de rata.

Ballard contrajo Meningoencefalitis eosinofílica, una enfermedad que le dañó el cerebro y le provocó un estado de coma durante 420 días. Al despertar, el joven estaba cuadripléjico.

Captación de fondos

Al salir del hospital, tres años después, sus amigos crearon un grupo de apoyo llamado Equipo Ballard, destinado a recaudar fondos para los gastos y cuidados médicos que Sam iba a necesitar diariamente desde entonces.

Ahora, su caso ha vuelto a ponerse de actualidad porque su familia está en plena batalla judicial con el Gobierno australiano, porque en el 2016 recibió 492.000 dólares (algo más de 400.000 euros) por parte de la National Disability Insurance Scheme (el Plan Nacional de Seguros para los Discapacitados australiano), que ahora han sido drásticamente recortados sin aparente explicación a 135.000 (casi 110.000 euros).

Actualmente, el joven tiene 28 años, sufre de constantes ataques de convulsiones y su temperatura corporal tiende a elevarse sin previo aviso.