Ocurre siempre. Cada vez que se comete un crimen adolescente cuyo nivel sanguinario resulta especialmente truculento, las mismas preguntas recorren la sociedad de arriba a abajo, y viceversa: qué ha fallado, cómo se ha podido llegar hasta este punto, qué le ocurre a esta juventud. Ahora, cuando una chica de 14 años ha confesado que le propinó una paliza a una compañera de su instituto en Seseña (Toledo) y después la arrojó a un hoyo (la víctima, Cristina Martín, murió allí desangrada), cuando el PP pide endurecer la ley de responsabilidad penal del menor y el Gobierno abre con timidez la puerta a esa hipotética reforma, cuando cala el mensaje de que las agresiones campan entre los adolescentes como las cuentas en Tuenti, los expertos dicen: no es que los jóvenes de hoy sean más violentos. No. Ahora hay menos crímenes juveniles, pero tienen mayor grado de brutalidad que antes.

La primera parte de esta tesis viene refrendada por los datos del Ministerio del Interior. En el 2000 hubo en España 11 asesinatos cometidos por menores de entre 14 y 16 años; en el 2001, nueve; en el 2002, cinco; en el 2008, tres; y el año pasado, uno.

ESTIMULOS Y BANALIZACION "Lo que ha aumentado no es el número de agresiones, sino el grado de brutalidad de las mismas", explica Guillermo Cánovas, presidente de la asociación de defensa de los menores Pro- tégeles. Cánovas dice que el asunto es "muy complejo", que falta mucho por analizar y que los estudios que se hacían una década atrás poco tienen que ver con los de ahora, algo que dificulta el cotejo, pero observa dos motivos que explican esta agudización de la crueldad juvenil. Por un lado, dice, los jóvenes "observan ahora mucha más violencia real y no real a través de la pantalla, y eso provoca lo que se ha dado en llamar la banalización de la violencia". Por otro, "están acostumbrados a recibir constantemente estímulos muy fuertes: musicales, visuales o incluso de sabores".

"El problema de la sobreestimulación --continúa Cánovas-- es que crea tolerancia: te acostumbras al impacto y al final es insuficiente. Buscas sensaciones más y más fuertes. Buscas subir el nivel de lo que consumes. Y sube la dosis de violencia como sube la dosis de alcohol". El presidente de Protégeles ha detectado otro fenómeno en la violencia adolescente contemporánea: "El aumento de las agresiones entre chicas", en parte consecuencia, según indica, "de una igualdad entre sexos no bien entendida".

La pedagoga Nora Rodríguez, autora de Guerra en las aulas (Temas de Hoy) y profesora de la Escuela Internacional de Justicia Juvenil de Bruselas, mira al entorno que envuelve a los jóvenes, la escuela y la familia, y rechaza lo que observa. Dice que los colegios e institutos "no se están adaptando a los nuevos tiempos", que deberían "trabajar mucho más con los servicios sociales", como hacen los centros de otros países del entorno europeo. Y que los padres, a grandes rasgos, tienen a sus hijos "para mostrarlos, pero no para formarlos", por lo que "los educadores de los niños son anónimos: internet, la tele o los videojuegos, espacios que no suelen transmitir ninguna enseñanza ética".

"CON SERENIDAD" Rodríguez descarta que se vaya a solucionar algo con el endurecimiento de la ley del menor, una medida que propone un PP que suele abogar por penas más severas tras cada crimen atroz, y que ayer no descartó del todo la vicepresidenta primera del Gobierno. María Teresa Fernández de la Vega señaló en Telecinco que "el tema es de una enorme complejidad" y había "que abordarlo con serenidad". Dicha norma fue aprobada en el 2000, con el PP en el Gobierno. Y ya fue reformada hace tres años y medio para endurecer su contenido.