No son locos. Simplemente, son chavales que utilizan la violencia "para evitar enfrentarse a sus propios problemas". En la mayoría de los casos, los bulls (toros, así se llama a los acosadores) son adolescentes "acomplejados y débiles" que sufren "graves carencias afectivas" en su entorno familiar. Incluso, pueden ser víctimas de malos tratos por parte de sus padres. Así lo afirma la pedagoga Nora Rodríguez en su libro Guerra en las aulas (Temas de Hoy).

Jokin C., de 14 años, fue una víctima de los bulls. El acoso, las palizas y las burlas que sufrió a manos de sus compañeros de pupitre le llevaron a un infierno, del que salió el 21 de septiembre al tirarse desde una muralla del casco viejo de Hondarribia (Guipúzcoa).

En opinión de Rodríguez, el bull no es nadie por sí mismo sino que "necesita un grupo". Es decir, un conjunto de chavales que le arropen, le vitoreen, le animen y que sean incapaces de denunciar el calvario de la víctima. "Sin el grupo, el acosador está perdido", afirma.

Tras dos años de trabajo en los que realizó numerosas entrevistas a acosadores y víctimas, la pedagoga descubrió que los bulls actúan para "divertir a los demás". Es decir, necesitan espectadores. "Saben que están haciendo daño a una persona, pero minimizan su dolor y no se consideran responsables".