Cantinillo fue un toro de ensueño. Ese que los toreros esperan que salte al ruedo en una plaza como la de Madrid. Lo cantaban ya sus bellas hechuras, pues era muy serio pero muy reunido, y tenía cuello. Después tuvo una calidad extraordinaria, con el único pero de que al final se fue a tablas y murió junto a chiqueros. Pero la forma en la que tomaba la muleta por abajo, cómo embestía rebozándose en el engaño, cómo repetía, fue algo difícil de ver a un toro.

AL NATURAL Le cortó las dos orejas el francés Juan Bautista. Las series fueron en redondo, primero con la diestra, por abajo. En ellas correspondió con temple a tan magnífico toro, con un pase desmayado que levantó un clamor. Siguió al natural en otra tanda muy rematada. Entonces se fue el toro hacia tablas. Debía el torero haber seguido en los terrenos de fuera. Tras una estocada recibiendo, la petición fue unánime. El segundo fue un manso sin entrega y estuvo voluntarioso Juan Bautista.

Perera no cortó orejas, pero dio una gran tarde de toros. Dejó su impronta, la de un torero en plenitud. Se lo impidió la espada en el segundo, que cayó baja. Pero estuvo tremendamente solvente con un lote muy dificultoso. Ese segundo se le venía cruzado ya de salida por el pitón derecho. Así que Perera, tras ese inicio tan suyo de pases cambiados por la espalda desde los medios, ligados con pases de pecho, pronto se puso al natural. Sin una duda y llevándole por abajo, hubo dos tandas de hondo calado por la hondura de ellas.

Tomo la muleta con la diestra y el toro, incierto aunque atendía los toques, respondió bien al torero. Hubo dos series así de mucha verdad, por abajo, para volver al final a la mano zurda en otra tanda. Hubiera cortado con mucha fuerza la oreja pero en Madrid no se perdona una estocada caída.

El sexto llegó a la muleta blandito. Primero Perera no le obligó mas pronto le bajó la mano y surgieron dos series en redondo con la diestra, a cámara lenta, que fueron un prodigio de suavidad. Quiso torear al natural y por ese pitón el de Martelilla protestaba. Las manoletinas finales daban cuenta del esfuerzo de un torero muy importante.

Miguel Abellán cortó una oreja fácil al toro que abrió la corrida. Manseó pero tuvo una excelente condición en la muleta. Se venía de largo y así brotaron series desiguales, porque lo mismo le llevó bien por abajo, que se embarulló en otros momentos. El cuarto fue más complicado porque se revolvía aunque atendía los toques. Pesó el conformismo de Abellán.