Qué sería del verano sin las regatas de la Copa del Rey y qué sería de la competición náutica sin la entregada participación de la familia real. El Rey (en la foto de abajo, con el hijo de unos regatistas), el príncipe Felipe (en la imagen de arriba, sale del puerto de Palma al timón del CAM ) y la infanta Cristina compitiendo, y la Reina (en la foto de arriba, en la lancha Somni ) animándoles desde un barco de seguimiento, centraron la atención en la bahía de Palma, que ayer se llenó de velas dispuestas a participar en la gran fiesta del mar.

A fuerza de repetirse, las escenas iniciales de la Copa del Rey forman parte ya de la iconografía veraniega. Pero siempre hay novedades: este año, el Rey calza sandalias menorquinas y la Reina sigue la competición en la Somni (sueño), una lancha, que como la Llamp (rayo), que han usado otros años, ha sido bautizada en catalán. Juan Carlos sigue de patrón en el Bribón, puesto de mando al que se ata con arneses, pues, como en los aviones, la seguridad de los veleros de alta competición obliga a seguir una serie de prevenciones. El Príncipe continúa igual de alto y soltero, y la infanta Cristina está mucho más delgada.

La Copa del Rey celebra este año su 22 edición. Unos inicios templados y un periodo de actividad social son los antecedentes de la actual etapa, que empieza a ser víctima de una desenfrenada carrera de patrocinadores y de barcos de última tecnología que puede quemar el guiso.

La competición nació en 1982 por indicación del propio rey Juan Carlos, quien, tras participar con el primer Bribón en algunas regatas de Italia e Inglaterra, quiso que España --y más concretamente, Mallorca-- pudiera medirse con pruebas de nivel como la Almirald´s Cup.