"Decíamos ayer", es la frase de Fray Luis de León al volver a su cátedra en la Universidad de Salamanca. Tal vez así se podría haber expresado ayer el torero placentino Juan Mora, tras varios años de ausencia de los ruedos. Con la misma figura que tenía cuando se tomó este largo paréntesis, con su personal toreo, tan expresivo por momentos, con el mismo regusto y con la felicidad de encontrase bien, ayer Juan Mora volvió a torear. Fue para él un día importante. También para sus partidarios y para todos los aficionados extremeños que por televisión pudieron seguir la corrida y comprender que quien tuvo, retuvo.

Se lidió una corrida de Luis Albarrán, muy manejable para los toreros aunque justa de raza y algunos toros de fuerzas. Pero fue un encierro muy propicio para el lucimiento. Con ella anduvieron sobrados Mora y Ferrera, los cuales salieron a hombros.

La faena del placentino a su primero, un toro muy noble de elegante galope, fue sobre todo por el pitón derecho, pues por el izquierdo se quedaba más corto. Asentado el torero, por ahí le llevó muy bien y le cuajó tandas en redondo de acusada plasticidad, con regusto por momentos. Mató muy bien y paseó las dos orejas.

Al cuarto le habría cortado también los trofeos si no hubiera sido por el mal uso de los aceros. Tuvo ese astado las fuerzas justas pero la inteligencia de Juan Mora, cuando le dio sitio y le perdía pasos entre los muletazos, hizo al animal ir a más.

El otro triunfador fue Antonio Ferrera. Explicó su madurez y cómo es capaz de hacer ir a más a cualquier animal que salga por los chiqueros. Cortó las dos orejas de su primero, un toro noble pero blando. Por ello casi no lo picó, pero le cuajó un gran tercio de banderillas. Después lo llevó a media altura en redondo por el pitón derecho, para acortar distancias cuando el burel se vino a menos.

Aún se superó Ferrera ante el muy buen quinto en lo que fue una lidia total. También lo dejó crudo en el caballo y ello permitió lucir al de Luis Albarrán su gran tranco. Como en el toro anterior, el público le obligó a clavar cuatro pares, algunos de mucho riesgo y verdad. En la faena lució el sentido del temple del extremeño, primero dando sitio al astado, para adelantarle la muleta y llevarlo largo, dejar puesta la muleta en la cara y ligar. Al final se dio un arrimón y, pasado el toro de faena, no tuvo acierto al matar.

Curro Díaz estuvo espléndido con el capote pero no redondeó su labor. Desrazado su primero, supo dejarle la muleta puesta para ligar un par de tandas de buen remate. Pero no estuvo a la altura del buen sexto, pues se mostró acelerado.