Juan Pablo II volvió a comparecer ayer ante una multitud en la plaza de San Pedro, esta vez para proceder a ampliar su estado mayor, que aumenta de 109 a 135 el número de cardenales con voto a la hora de elegir Papa. Aunque no está escrito en ningún sitio que tenga que ser así, de este ejército de príncipes de la Iglesia saldrá, con toda probabilidad, su sucesor.

El Pontífice entregó la birreta roja a los nuevos 26 cardenales, convirtiéndolos en purpurados de pleno derecho. De esta forma cerraba la lista de candidatos a la jefatura de la Iglesia católica, porque no parece verosímil que dentro de tres años, que es el periodo que suele transcurrir entre consistorios (actos de nombramiento), Juan Pablo II esté en condiciones de una nueva remodelación.

Entre los que ayer accedieron figuran seis italianos, en los que los expertos ven a más de un papable. El titular de la diócesis de Génova, Tarcisio Bertone, un salesiano de 68 años que ayer fue uno de los pocos que dirigió unas palabras al Papa cuando le invistió, figura en las apuestas.

Como ya ocurriera el domingo, durante la ceremonia de beatificación de Teresa de Calcuta, el Papa tampoco leyó ningún párrafo del discurso dirigido a los nuevos purpurados. En su lugar lo hizo el arzobispo argentino Leonardo Sandri. Juan Pablo II, al que se le vio menos cansado que en días anteriores e incluso esbozó alguna sonrisa, se reservó para pronunciar la fórmula que se usa para nombrar cardenales, algo que era indispensable para otorgar validez jurídica al acto.

Por vez primera, el Papa no les impuso las birretas, sino que fueron ellos mismos quienes, arrodillados ante él, se las colocaron sobre la cabeza tras recibirlas de sus manos. Wojtyla les bendijo y les dio un pergamino con el nombramiento y el título de la iglesia de Roma asignada, como es tradicional. En el remozado colegio cardenalicio ingresaron dos españoles, el arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, y un destacado miembro del Opus Dei, Julián Herranz, que se añaden a los cuatro electores existentes.

En el discurso que leyó Sandri en nombre del Papa, éste les recordó que el color rojo púrpura del hábito que vestían "evoca el de la sangre y recuerda el heroísmo de los mártires", en referencia a su obligación a dar la vida en la defensa de la Iglesia.