Juan Pablo II puso ayer de nuevo a prueba su delicado estado de salud y participó en una ceremonia, de más de dos horas de duración, celebrada en el Vaticano, en la que se canonizó a tres misioneros. Prescindiendo de su cansancio y su evidente aspecto débil, el Papa quiso dar personalmente la comunión a una treintena de personas. El acto de ayer requería un esfuerzo muy superior al de la audiencia del pasado miércoles, en la que reapareció tras sufrir la semana anterior un problema intestinal.

Durante el rito de canonización del misionero italiano Daniele Comboni, fundador de los combonianos, del alemán Arnold Janssen y del austriaco Josef Freinademetz, el Papa habló en numerosas ocasiones y entonó algunos cánticos.

Con voz clara aunque temblorosa por su situación actual, proclamó a los nuevos santos al inicio de la ceremonia. Más tarde, durante la homilía, acusó sensiblemente la fatiga y llegó a ser casi ininteligible al final, aunque, al llegar el momento de los saludos de despedida, recuperó nuevamente el pulso de la ceremonia.