La primera aparición pública del Papa cinco días después de su hospitalización provocó cierta inquietud sobre la magnitud real de su enfermedad. Aunque su debilidad fue evidente, el Vaticano negó que las palabras pronunciadas durante la bendición desde una de las ventanas del policlínico hubiesen sido grabadas y también desmintió que Juan Pablo II deba someterse en fechas próximas a una operación de angioplastia para aligerar su cansado corazón.

Poco después del mediodía, cuando varios centenares de personas ya se habían congregado en la explanada del Gemelli, se abrió una de las ventanas y fue empujada la silla de ruedas del Papa. A pesar de la jornada soleada pero fría, estuvo abierta unos 10 minutos, en los que monseñor Leonardo Sandri, tercera autoridad del Vaticano, leyó el discurso preparado, concentrado todo él en la "defensa de la vida" y el valor de "las adopciones" de niños. Al final, alguien le presentó a Karol Wojtyla una hoja en la que leyó la fórmula de la bendición. De su boca salieron dos o tres palabras medio comprensibles ("-del Padre-y del Hijo-") y, al final, entre los aplausos de los presentes, un "gracias" casi imperceptible.