Cuñado, amigo, nadie nunca pensó perderte tan pronto y de esta manera, de forma tan trágica, una mañana de Santiago.

Juan, excelente persona, noble y sensible con los problemas de los demás, queriendo ayudar a todos, por lo cual se llevaba bien con todo el mundo, y todos lo acompañaban en su último camino, como a un torero, llevándolo a hombros, estando la plaza de tu pueblo, Juan, ese día a rebosar, como no podía ser de otra manera.

Espero y deseo de todo corazón, que donde estés, siempre halla a tu alrededor ciervos y jabalíes, sitiéndote muy feliz en ese magnífico ambiente.

Y que tú nos observes con esos ojos verdes, con tu caracterizada sonrisa y con tu bigote encogido.

Ahí, en el cielo --qué suerte tienes, Camarón--, se ha ido contigo un cantaor como tú, y a nosotros sólo nos queda decir que "algo se muere en el alma cuando un amigo se va".

Hasta siempre, Juan.

Familia Saenz Menor

Puebla de Obando