TNtaranjas de Alcuéscaaaaar... Pregonaba el señor del burro por las calles de Aldea del Cano, por las plazas de Carmonita y Arroyomolinos y las señoras acudían a comprar aquellas naranjas que sabían a naranja, que tenían la piel fina, que soltaban tanto jugo... Las naranjas de Alcuéscar llegaron a exportarse al palacio de Buckingham porque eran uno de los postres preferidos de la reina de Inglaterra. Hoy, siguen teniendo la piel fina, el sabor intenso y la carne jugosa, pero ya no se venden bien porque, ¡vaya por Dios!, resulta que tienen pipo.

No hay naranjas más ricas que las extremeñas. Las de Acebo están deliciosas y tenían tanta fama que a los del pueblo, en Peñaparda, El Payo y Villasrubias, aldeas salmantinas del otro lado de la sierra, los llamaban naranjeros. Hace unos días compré en Ceclavín a Juana la del Periquitín unas mandarinas riquísimas que olían a alacena, a acequia y a infancia. Me las pesó en su romana del siglo XVI y enseguida me comí dos. ¡Qué sabor más antiguo y más de verdad! Pero ¡caramba!, tenían pipo.

Cada vez estamos más tontos. Una ridícula mezcla de pereza y prisa nos hace rechazar las mejores naranjas, las nuestras, porque tienen pipos. No nos importa su sabor ni la licuada carnosidad de su pulpa.

Lo único que nos preocupa es que se puedan masticar deprisa para poder ver tranquilos Aquí hay tomate . Preferimos el cítrico insípido y dejamos las naranjas extremeñas para la reina de Inglaterra y para Juana la del Periquitín.

*Periodista