El juez ha imputado un presunto delito de lesiones con el agravante de racismo a Sergi Xavier Martín, de 21 años, que agredió a una menor ecuatoriana en un vagón de los Ferrocarriles de la Generalitat. Por ahora, el acusado está en libertad y debe presentarse en el juzgado cada 15 días. Sin embargo, la polémica está servida. El Tribunal Superior de Justícia de Catalunya desveló ayer que la fiscala de guardia no asistió a la declaración del imputado y, por lo tanto, no pidió su ingreso en prisión. La fiscalía se defiende alegando que fue el juez quien no convocó.

Después de que Martín declarara el sábado que no se acordaba de lo sucedido a las 22.45 horas del pasado 7 de octubre en el vagón del tren porque iba bebido, el juez de guardia de Sant Boi decretó su libertad. Nadie había pedido su prisión. La fiscala no asistió a su declaración porque estaba en el juzgado de Cornellà por un robo.

Fuentes de la fiscalía del Tribunal Superior explicaron a este diario que el juez no convocó a la fiscala ni para la declaración ni para celebrar la vista de comparecencia prevista en la ley para decidir medidas provisionales y que cuando la fiscala llamó al juzgado de Sant Boi para interesarse por el supuesto de xenofobia, le comentaron que todo estaba resuelto. "Nadie nos informó de que era un caso grave y hasta el lunes no llegó a la fiscalía el vídeo y el atestado policial", dijeron estas fuentes.

La víctima tampoco se presentó en el juzgado de Sant Boi para declarar, por lo que no pudo ser explorada por un forense y no existe un parte de lesiones. Esta revisión será una de las pruebas que reclamara la fiscalía. Fuentes de esta institución no descartaron revisar la situación de libertad del detenido, al que se le podría aplicar otro delito contra la integridad moral. En un principio, por un delito de lesiones no es habitual que se decrete prisión provisional. Martín, sin embargo, tiene antecendentes por robo y la agravante de racismo.

En la Colonia Güell, en Santa Coloma de Cervelló (Baix Llobregat), Sergi Xavier es conocido como Locati --"desde pequeño ha hecho tonterías, pequeñas locuras para llamar la atención", explica una convecina--. Los que le han visto crecer digerían ayer un profundo enfado mezclado con compasión. Un sentimiento que solo podían sentir quienes conocen su desestructurada historia familiar.

ESTABA BEBIDO Las explicaciones de Sergi Xavier sonaban más a estrategia de abogado de la defensa que a realidad. Sin demasiada convicción, el joven repitió que estaba bebido y que no se acordaba de nada. Y como no podía ser de otra manera, --lo extraño sería que un acusado reconociera el componente racista de su agresión--, también sostuvo que él no tiene nada "contra los moros ni contra los negros". "Se me fue la olla, simplemente", apuntó. "Al ver la imagen no podía creer que fuera yo", dijo.

El joven hacía estas reflexiones ayer en su casa donde estaba solo. Su abuela, de 73 años, que lo ha criado tras el abandono de su madre, fue sacada literalmente de la vivienda por unos conocidos porque la presión mediática era insoportable.

Aunque rodeado de gente, el agresor estaba ayer solo. Como la mayor parte de su vida. El mismo se encargó de dar detalles de su historia familiar, que ayer corría como un reguero de pólvora por un pueblo donde todos se conocen. No recuerda a su madre --"se marchó cuando tenía dos años"-- y su padre rehizo la vida con otra mujer --"estoy esperando que me llame aunque sea para insultarme". "A la que pegaría es a mi madre, con razón, por haberme abandonado", dijo ayer en el transcurso de la entrevista.

La joven agredida aseguró ayer que, presa del terror, quiere marcharse de Barcelona. "No me atrevo a salir de mi casa", dijo.