Pablo Ibar, declarado «culpable». Dos años y medio después de que la justicia diera esperanzas y una nueva oportunidad a este hispanoestadounidense de 46 años que ha pasado 25 años en la cárcel y 16 en el corredor de la muerte, un jurado popular le ha vuelto a considerar autor de un triple asesinato ocurrido en Florida en 1994. Ayer, en la sala 6900 del complejo judicial del condado de Broward, en Fort Lauderdale, donde se desarrolló el cuarto juicio al que le dio opción en 2016 el Tribunal Supremo de Florida, ocho mujeres y cuatro hombres decidieron por unanimidad atribuir a Ibar todos los cargos en su contra, incluyendo tres de asesinato en primer grado.

El 25 de febrero se celebrará la vista para la sentencia, donde ese mismo jurado decidirá entre la pena de muerte o la cadena perpetua. Las apelaciones están garantizadas en todo caso.

Ibar no podía haber recibido un golpe mayor, pero reaccionó con enorme entereza. Conforme el juez Dennis Bailey iba leyendo el veredicto, el recluso se fue levantando para ser esposado por un alguacil y volvió a sentarse para seguir escuchando una y otra vez esa palabra que siempre ha negado, «culpable». «Se siente profundamente decepcionado, pero es increíblemente fuerte y valiente», afirmó en una conversación telefónica Benjamin Waxman, uno de sus abogados. «Va a seguir luchando por su inocencia, por la justicia», agregó.

DOS VÍAS // Una vez que el jurado dicte la sentencia (que el juez podría reducir), se iniciarán los recursos. En caso de pena capital, ante el Supremo de Florida; en caso de perpetua, en el circuito regional, concretamente en el Tribunal de Apelaciones del Cuarto Distrito. Y el argumento central, según anunció Waxman, será intentar probar que también «ha habido errores en este proceso», suficientes para garantizar un nuevo juicio a Ibar.

La determinación de seguir luchando está ahí, pero, por un día, la familia y el entorno de Ibar no pudieron evitar las muestras de frustración, de decepción, de hundimiento. Y si alguien lo personificó es Cándido Ibar, el padre del condenado, un pelotari vasco que en 1968 emigró a EEUU y que desde el primer momento ha sido una roca de apoyo para su hijo y que este sábado no ocultaba su abatimiento. «¿Cómo puede ser? No se puede entender...», decía a la prensa. «No hay palabras. Hay que aceptar pero es inaceptable», decía a las cámaras de EITB.

El abogado cree que los miembros del jurado «se han equivocado», pero está lejos de criticarlos. «Tenemos todo el respeto para ellos y el trabajo que han hecho. La presión probablemente ha sido sobrecogedora. Y han tenido que enfrentar pruebas, especialmente las de ADN, que son muy complicadas de entender», dice.

Esa complejidad ha podido acabar jugando un papel clave en la decisión y ha inclinado la balanza del lado que buscaba el agresivo fiscal, Chuck Morton.