TStí se puede", coreaban miles de manifestantes en Washington, vestidos con camisetas blancas, "Sí se puede", mientras se dirigían hacia el Capitolio, donde se debatía el plan de reforma migratoria que pretende que más de once millones de trabajadores sin papeles puedan acceder a la ciudadanía estadounidense. "Sí se puede", después de que el Comité Judicial del Senado aprobara el proyecto que, además, contempla un programa para trabajadores temporales.

Once millones de trabajadores. Once millones de voces. Once millones de familias que defienden que sí se puede conquistar los derechos de un colectivo que trabaja, que vive y que sueña en Estados Unidos, aunque no hayan nacido allí. Once millones de personas representadas por esa marea blanca que se dirigía hacia el Capitolio con un sueño en las manos. Como soñó un día Martin Luther King , con cuyo movimiento se compara ahora a este grito unánime, que debería extender a otras partes del mundo. "Sí se puede".

Esta voz latina, que no busca más que regularizar una situación laboral que ya viven de hecho, sueña con la dignidad, con la justicia, y con la igualdad con respecto a otros trabajadores.

Todavía, hasta que se apruebe definitivamente la ley, sigue vigente el proyecto que aprobó la Cámara Baja en diciembre, donde se criminaliza a los indocumentados y a quienes les asistan. Pero ellos pagan impuestos; ellos forman parte del entramado social de las ciudades de acogida; ellos alquilan viviendas, se casan, tienen hijos, van a las escuelas, enferman, ahorran... Eso sí pueden hacerlo.