El director general y el subdirector del banco del Vaticano (IOR), Paolo Cipriani y Massimo Tulli, respectivamente, dimitieron el lunes porque ya eran investigados por la fiscalía de Roma.

Los magistrados sospechan que ambos actuaron en el 2010 en una operación ilegal de blanqueo de capitales por un importe de 23 millones, que fueron derivados desde el Vaticano a dos bancos italianos y debían proseguir hasta la banca JP Morgan. Una de esas entidades informó al banco central italiano de sus dudas sobre dicha operación, y este ordenó bloquearla.

Los 23 millones formarían parte de un conjunto de operaciones cuyo monto ascendería a 43 millones. Nunzio Scarano, de 60 años, intentaba reintroducir 20 de esos millones de euros en Italia, con la complicidad de un agente secreto y un intermediario de negocios con antecedentes en España. Por esta razón, el clérigo y sus cómplices se encuentran ya en prisión.

El dinero era de unos armadores de Salerno, en el sur de Italia. La operación fue abortada cuando ya todo, incluso un avión privado, estaba preparado y listo para ejecutarla. Mientras, Scarano, a quien cada día se le descubren más bienes en su haber, está colaborando con los magistrados, lo que puede hacer temblar a muchos.

UN "BUEN EQUIPO" Un mes atrás, el presidente del IOR, Ernst von Freyberg, había elogiado a los dos directores del IOR recién caídos, afirmando que con ellos formaba ±un buen equipoO y "juntos trabajaban de una manera satisfactoria". Fuentes vaticanas dan por hecho que Von Freyberg, ajeno al caso de los 43 millones porque entonces aún no había sido nombrado, será igualmente destituido en otoño. Después del verano, el Papa se reunirá con la comisión de ocho cardenales que él nombró para reformar la Curia y con ella, el banco, con los que está trabajando a distancia.

El pasado 24 de junio, el Pontífice Francisco nombró una comisión de investigación específica sobre la banca vaticana, que el lunes pasado se limitó a tomar nota de la dimisión de los altos funcionarios.