TQtue mi nombre no se borre en la historia" escribió Julita Conesa en la última carta que le dirigió a su madre, poco antes de que la fusilaran, el 5 de agosto de 1939, contra la tapia del Cementerio de la Almudena de Madrid. Tenía 19 años, era cobradora de tranvía, y su delito fue pertenecer a las Juventudes Socialistas Unificadas. Una de las Trece Rosas .

Aquel deseo de Julita Conesa se convirtió en grito y en bandera, para muchos historiadores, investigadores y novelistas, comprometidos con la memoria y con la justicia histórica. Gracias a ellos, el nombre de Julita, junto con el de los otros jóvenes (algunos menores de edad, como ella) asesinados aquel 5 de agosto, permanecerá para siempre impreso en los libros, formando parte de la historia.

Hace dos años, aquel deseo convertido en bandera se hizo también ciudadano. Y, enarbolado por la Asociación de Mayores Ecologistas de Ciudad Lineal, con Natalia Joga (78 años) y Agustina Luengo (67) a la cabeza, recorrió las calles del barrio al que pertenecen la tapia y el cementerio. "Que mi nombre no se borre en la historia". Lo gritaron hasta que se oyeron sus voces entre los vecinos, entre las instituciones, y entre sus representantes. Lo gritaron hasta conseguir 3.200 firmas. Hasta que el pleno del ayuntamiento se sumara, por unanimidad, al deseo de Julita Conesa. Hasta conseguir que su nombre no se borre tampoco de la vida cotidiana: al otro lado de la tapia donde perdieron la vida, la ciudad de Madrid nos regalará el placer y el orgullo de pasear por la calle de las Trece Rosas.