Los adolescentes cacereños asistieron ayer a una importante lección vital sobre tolerancia, con motivo de Escuela de Otoño en la que la Fundación Triángulo en Extremadura aborda el bullying homofóbico --acoso por razón de la identidad sexual-- en las aulas, algo que padecen alrededor del 80% de los niños y adolescentes gays o lesbianas. José Ignacio Pichardo, abordó la homofobia en el sistema educativo.

--¿Qué define este tipo de acoso escolar?

El silencio. Hoy se habla de violencia homófoba por un lado y de acoso en las aulas por otro; pero no de la violencia o acoso homófobico en los centros educativos, muy común.

--¿A qué se debe ese silencio?

Los chicos y chicas, que sufren este tipo de violencia tienen miedo de quedar aislados. No se atreven a acudir a los padres por temor a la reacción familiar. Y muchos profesores no se atreven a ayudar por lo que se denomina contagio del estigma , es decir, ser tachado de homosexual por ayudar a un gay o una lesbiana.

--¿Son homófobos los jóvenes?

La mayoría de la sociedad y de los estudiantes no. El problema es esa minoría, que hace mucho ruido y mucho daño. En todo caso, hay muy pocos datos porque no se ha realizado ningún estudio a escala nacional, y los que nos llegan del extranjero no son esperanzadores. La probabilidad de suicidio se triplica entre los adolescentes homosexuales.

--¿Son frecuentes los casos de agresiones?

Por desgracia se producen más casos de los que se denuncian --él mismo fue agredido hace una semana cuando paseaba con su novio por Madrid-- porque igual que en otro casos de violencia, es muy duro asumirlo y explicarlo públicamente que alguien te ha pegado por ser gay.

--¿Cómo se puede hacer frente entonces a un caso de bullying homofóbico en las aulas?

La asignatura que ahora se discute sobre Educación para la Ciudadanía, se ocupaba de explicar la diversidad sexual y familiar. Por desgracia la Iglesia católica está presionando para que este tema no se incluya. También las instituciones que se preocupan por la adolescencia deberían ocuparse de los adolescentes homosexuales. En este sentido, hay que elogiar que las instituciones extremeñas sean de las pocas que están empezando, al menos, a tomar conciencia sobre este problema. Es un primer paso.