Con libros como Sapiens. Breve historia de la humanidad, el joven historiador israelí Yuval Noah Harari (1976) ha sido leído y recomendado por lectores como Barack Obama y Mark Zuckerberg. La élite de la élite que puede hacer realidad, o no, los negros presagios sobre el futuro que plantea en Homo Deus. Una breve historia del mañana (Debate), el libro sobre el que ayer debatió con Jorge Wagensberg en el ciclo Converses a la Pedrera. En él expone que en el último siglo, la humanidad ha reducido drásticamente el hambre, ha retrasado la muerte y acotado las guerras. Ese proceso puede seguir progresando para lograr más felicidad (pero gracias a la bioquímica) y más longevidad (para unos pocos) hasta llegar a crear una nueva figura, el Homo deus, con capacidades que nuestros ancestros reservaban a los seres divinos. Pero ese planteamiento aparentemente optimista es un macguffin, y la historia puede ir por derroteros más funestos. Y es que uno de los méritos de Harari es su habilidad para usar recursos narrativos…

-Así que de optimismo nada, ¿no?

-El primer capítulo del libro es la historia simple que nos suelen explicar científicos y futurólogos. Una simple proyección del presente. En el pasado conseguimos superar el cólera, el tifus y la tuberculosis y ahora venceremos el cáncer y el alzhéimer y encontraremos la manera de rejuvenecer el cuerpo. Pero los ideales fundamentales que nos impulsaron en esta dirección pueden colapsar. Encararemos no solo cambios tecnológicos sino también ideológicos. Y la idea de que podemos mantener los valores humanísticos que han sido predominantes durante el siglo XX, solo que con una mejor tecnología para hacerlos realidad, es muy naíf.

-¿Así, la libertad, la democracia, los derechos humanos, corren peligro?

-Sí, por supuesto. Las ideas fundamentales de las democracias liberales con las que estamos familiarizados, como un hombre un voto, en un mundo con castas biológicas, cíborgs e inteligencia artificial pueden quedar completamente obsoletas. Los superricos monopolizarán el poder y podrán utilizarlo para empezar a mejorar biológicamente. Un grado de desigualdad que nunca ha existido.

-¿Y los demás?

-La historia del siglo XX es una historia de victorias, incompletas por supuesto, sobre la desigualdad. Esto quizá va a invertirse. El coche inteligente puede hacer que las decisiones sobre el tráfico que ahora toman millones personas los tome un algoritmo propiedad de una gran corporación. Y esa centralización del poder la veremos en más sectores.

-Dice usted que en esa sociedad, la clase mayoritaria pasaría a ser la de los innecesarios. El momento más inquietante del libro es cuando usted plantea que hay un modelo de cómo sería esa relación entre ambas clases: como tratamos a los animales.

-Bueno, me parece que no se los comerán, no creo que lleguemos a eso. No creo que la gente vaya a ser criada en granjas como en Matrix, eso no es realista… las máquinas no necesitan comer personas. Lo que quiero dar a entender es que en el siglo XX las mejoras en la vida del humano medio se produjeron sobre todo debido a que los gobiernos, en todo el mundo, establecieron sistemas masivos de educación, salud y del Estado del bienestar. Hasta Hitler necesitaba que millones de alemanes estuvieran en condiciones de servir en la Wehrmacht y trabajar en las fábricas. Tenía sentido invertir en su bienestar. En el siglo XXI las élites perderán sus incentivos para invertir en la salud, la educación y el bienestar de la mayoría porque la mayor parte de la gente será innecesaria. Y esto ya está sucediendo ahora en el todo el mundo.

-¿El futuro se parecerá a esas sociedades en que el 20% de la población podía morir de hambre sin que se inmutaran en el palacio real?

-Podría ser algo así. Tenemos que ser muy realistas: durante la mayor parte de la historia, la mayor parte de la gente ha sido insignificante para las élites y los centros de poder. Y hoy,cuanto más globalizada y automatizada es la economía, menor es el poder de la clase obrera. Creo que esta es una de las razones por las que la gente vota a Donald Trump en EEUU, por el brexit en el Reino Unido o por los nuevos partidos en España, Grecia e Italia. La gente se da cuenta de que está perdiendo su poder e intenta desesperadamente demostrar al sistema que aún lo tiene.

-Le pone nombre a ese futuro amenazante: dataísmo.

-Es la situación en la que, con suficientes datos biométricos sobre mí y suficiente poder computacional, un algoritmo externo puede entenderme mejor de lo que yo me entiendo a mí mismo. Y una vez existe este algoritmo, el poder pasa de mí, como individuo, a ese algoritmo, que puede tomar mejores decisiones que yo. Esto empieza con cosas simples, como el algoritmo de Amazon que te propone libros, o los sistemas de navegación que nos dicen qué camino tomar. Y esto irá pasando también en decisiones más importantes, cómo en qué universidad estudiar, a quién votar… Iremos cediendo poder de decisión, y no porque lo decida un poder dictatorial, sino que seremos nosotros quienes querremos hacerlo.

-Dice usted que este es solo un futuro posible. ¿Qué posibilidades tenemos de evitarlo?

-Aún tenemos mucho margen para elegir cuánta autoridad ceder a nuestro móvil. Pero hay un campo en el que será muy difícil resistir a esta evolución, el de la medicina. En 20 o 30 años, el tipo de cuidados médicos que podrás recibir si renuncias a tu intimidad será tan, tan superior al que tenemos ahora que muy poca gente elegirá preservar su privacidad. Si un googledoctor puede monitorizar 24 horas al día todo lo que sucede en tu cuerpo, y puede reconocer el inicio de una gripe, de un cáncer o un alzhéimer cuando sea tratable, y has de elegir entre intimidad y salud, el 99% de la gente elegirá salud y le dará permiso al goo-gledoctor.

-Usted dice que en su libro expone una «predicción histórica», algo que parece contradictorio. ¿Cuál es el papel del historiador?

-Plantear diferentes posibilidades. La mayoría de la gente, cuando observa el mundo, cree que lo que ve es natural. Los historiadores entendemos las fuerzas que nos han llevado hasta aquí y también los accidentes que han ocurrido durante este proceso y las alternativas que podrían haberse hecho realidad. Debemos utilizar este conocimiento para mirar el futuro con una perspectiva más abierta, no para predecirlo, que es imposible, sino para darnos cuenta de que hay alternativas.

-Habla más de la amenaza de la inteligencia artificial que del cambio climático.

-Mi temor es que el cambio climático puede destruir la mayoría de sistemas ecológicos, la mayoría de los animales y plantas, la mayoría de la gente, pero que la ciencia y la tecnología serán capaces de salvar a las élites. Así que el calentamiento global puede acelerar ese proceso del que estábamos hablando. El peligro, por tanto, es que la élite política y económica de todos los países, ni que sea de forma inconsciente, siente que podrá escapar de ese desastre. H