Se aburrían. Eran ricos y se aburrían. Eran ricos y ya probablemente habían agotado todas las posibilidades de diversión de los niños ricos, o les parecían gastadas sin haberlas agotado, o tal vez ni lo uno ni lo otro, y sencillamente eran creativos; puede significar cualquier cosa el deseo de "experimentar sensaciones nuevas" que los cuatro jóvenes de Madrid, bien educados, de buena familia, enarbolaron una vez detenidos para justificar que en los últimos meses, para combatir el tedio, hubieran forzado la entrada en 28 casas --veintiocho, con todas las letras (se aburrían mucho)-- para robar. Por supuesto, nada de lo hurtado lo necesitaban. Necesitaban diversión.

Robos por diversión

Que se trataba de una alternativa de ocio está reflejado en detalles como que ni siquiera planeaban los robos, ni escogían de antemano los objetivos, ni vigilaban, ni analizaban las casas para saber cuándo estaban o no los dueños, o por dónde podían entrar; simplemente se juntaban, charlaban, puede que rieran, y luego improvisaban. Improvisar: ahí circula adrenalina. No dice menos que los artículos que robaban los escondieran todos en un garaje, y que de algunos se deshicieran regalándolos a amigos, o conocidos, y que en ningún momento consideraran en serio la posibilidad de venderlos, de colocarlos en el mercado negro. Error: acudieron al mercado de segunda mano.

Ninguno de los cuatro amigos tenía más de 21 años. Y eran atléticos: deportistas y ágiles. Así que, a diferencia de los veteranos con los atributos mermados, que precisan de herramientas para, por ejemplo, llegar a un segundo piso --una escalera, un lazo--, los jóvenes del tedio, tal vez porque entre las diversiones agotadas estaba el gimnasio, podían trepar muros, escalar a un segundo por sus propios medios. Quizá por eso podían improvisar.

Su principal problema, y el que ha acabado con sus gimnásticos cuerpos en comisaría, era ese: que no eran profesionales. De modo que, cuando empezaron a crecer las denuncias por robos en las poblaciones de Majadahonda y Villanueva de la Cañada, en el área metropolitana de Madrid y, tras iniciar la investigación, a la Guardia Civil no le costó demasiado descubrir patrones (que se robaba de noche, que no les importaba que hubiera gente en casa) y, tras husmear entre las tiendas de segunda mano y encontrar algunos de los objetos hurtados, lo menos difícil fue dar con los aburridos. Los jóvenes aburridos que robaban solo por diversión.

Botín en el garaje

Tres de los sospechosos fueron detenidos el 2 de junio, y el último, hace unos días. Tres están en prisión y uno, menor de edad, en un centro de internamiento para menores. En el garaje, lo más parecido a una guarida que tenían los bandidos del aburrimiento, los agentes hallaron el botín.