Muros de hormigón y alambradas cubiertas de rafia intentan tapar pudorosamente el espectáculo del interior, los cientos de lanchas semirrígidas, planeadoras, botes, todoterrenos y camiones varados en pleno campo o junto a una carretera nacional. La escena da idea de que un tsunami hubiera arrojado ahí el contenido de un puerto de mar. Pero es el paisaje después de las batallas en la guerra del narco.

Incautados en operaciones antidroga por las Fuerzas de Seguridad, 10.000 lanchas y furgones se amontonan en los diez depósitos judiciales de Andalucía, de los que siete están en las provincias de Cádiz y Málaga. Son almacenes a cielo abierto, a veces con un guarda apostado en un rincón. Solo uno de estos depósitos, en Cortijo del Cuarto (Sevilla), es de propiedad pública.

Al borde de la N-340, a su paso por Conil, los cuidadores de uno de estos depósitos colocan en los flancos los tráileres requisados para ayudar a la valla, pero aún así sobresalen las proas de las planeadoras.

La firma Rent Marín administra el depósito. Se lo vendió un dueño anterior harto de esperar a que le pagara la administración de Justicia de la Junta de Andalucía. La nueva propiedad pleitea por la deuda, de más de un millón de euros. A nueve euros por día y vehículo alquilan estos empresarios su terreno -a 18 se paga en Madrid y Barcelona-, pero tardan mucho en cobrar. Con todo, parece aún más grave el problema del atracón de chapa y goma. «Estamos en colapso -reconocen fuentes cercanas a la propiedad del solar de la N-340-. La campa se nos queda chica, y en otra tenemos vehículos desde el 2003».

El atasco añade problemas de peligrosidad. No se puede tocar nada. «Son efectos de delito sometidos a prueba judicial. Si nos viene una embarcación con 3.000 litros de combustible, ahí se queda», dicen las mismas fuentes.

Cuando la Guardia Civil intercepta un convoy de droga, los vehículos incautados se depositan hasta que haya juicio y el juez decida qué se hace con ellos, si se subastan para el pago de multas y responsabilidades civiles o si, más habitualmente, el tiempo y la intemperie hacen imposible la puja y solo queda el camino del desguace. Muy pocos de estos bólidos se ponen a disposición de las Fuerzas de Seguridad.

CHAPA LLENA DE LIQUEN / En uno de los depósitos de Cádiz en los que EL PERIÓDICO ha podido meter sus cámaras, la hierba crece entre los barcos y las ruedas desinfladas de camionetas que tienen la chapa comida por el liquen. Su contenido se desparrama por una ladera entre sembrados, en un paraje con nombres evocadores: Pago del Humo es el barrio; Vereda de la Noche se llama la calle.

En un escenario de Mad Max, por los pasillos que forman los montones de lanchas y coches se identifica su vocación narco. Las lanchas llevan en el centro, como una espina dorsal, los asientos del piloto y los subalternos en su mínima expresión de hierro y espuma. Debe quedar el máximo espacio para los fardos del hachís, cada uno de 30 kilos, y las petacas de 20 litros de combustible que chupan los motores.

Los coches tienen arrancados sus asientos traseros para aumentar su capacidad de carga. Antes llegaban furgonetas Seat o Renault. Ahora menudean los 4x4 y las pickup de Toyota. Se usan tanto en el negocio, que los guardias del Campo de Gibraltar las llaman «narcoyotas».

Las embarcaciones se delatan también por los tremendos motores Yamaha de 300 caballos que las impulsan. «Las lanchas más grandes pueden llevar hasta ocho en la popa -relata un guardia buen conocedor del fenómeno-. Vamos, que si los arrancan en vacío se dan la vuelta».

Los narcos pagan bien la pericia de cabalgar tantos caballos casi volando sobre el agua: 20.000 euros el piloto en una noche; 2.000 para cada porteador que va enganchando la carga.

CIFRAS ESPECTACULARES / Los vehículos no dejan de llegar. Solo en el territorio de la Comandancia de Algeciras las cifras de incautación de la Guardia Civil son espectaculares. En el 2017, en 300 operaciones de aprehensión de droga, se intervinieron 211 vehículos terrestres, 36 embarcaciones y cuatro motos de agua. Fueron detenidos 220 colaboradores del narco; 149 eran marroquíes. Cayeron en manos de la Justicia 111.313 kilos de hachís, 93.178 kilos de marihuana y 9.701 de cocaína. Pero además la Guardia Civil interceptó 827.696 cajetillas de tabaco en 583 golpes al contrabando, con 24 detenidos y 333 vehículos terrestres y tres barcos.

Todo esto en una demarcación policial escenario de choques cada vez más violentos entre guardias y delincuentes. En el 2017, los narcos embistieron o atropellaron a agentes con sus coches ocho veces, dejando 17 heridos. En lo que va de año, van diez incidentes de este tipo.

El vecindario de los almacenes vive inquieto. No son pocas las rapiñas de piezas que vender por ahí. En las ventas de la N-340 está vivo el recuerdo del asalto, en febrero, del depósito de Conil. Tres encapuchados, uno pistola en mano, reventaron la puerta, ataron al vigilante y se llevaron un camión y una semirrígida de 12 metros con dos motores de 350 caballos. Una lancha tuneada y con tantos caballos puede costarles 400.000 euros.