Entre la ya de por sí apartada ciudad de Buarfa y la aldea de Ain Chuater, 150 kilómetros todavía más al sur, no hay más que piedras, algún arbusto reseco y la carretera. Una estrecha cinta de asfalto por la que ayer deambulaban decenas de subsaharianos hambrientos, sedientos y agotados. Mohamed, de Guinea Conakry, ya estaba sólo a 35 kilómetros de Buarfa, después de tres días de caminata, pero no tenía ni idea de ello: "No sé dónde estoy. Sólo camino hacia delante".

Ansa Issa, 19 años, camerunés, dice que su grupo anda desde el pasado domingo. "Nos quedamos sin agua, y hemos tenido que bebernos la orina. Mi hermano pequeño, Issam, no resistió. Le enterré con arena y piedras. Tenía 17 años --narra con un hilo de voz--. Estoy perdido, no tengo padres, perdí a mi hermano, no tengo nada. Sólo pienso en llegar a Ujda --le faltaban 300 kilómetros-- y volver a Camerún".

"¿Adónde nos llevan?", dice que le preguntó Ahmed Suma, de Guinea Conakry, a un coronel marroquí cuando subía al autobús que le dejaría en tierra de nadie entre Marruecos y Argelia. "Al infierno", le respondió éste.