Escribo a ciegas porque aún no ha pasado el tiempo. Ustedes leen cuando todo se ha cumplido y saben lo acontecido en la jornada de reflexión. Yo, a ciegas, tecleo en el ordenador. Espero que el sentido común haya primado y estemos viviendo un domingo sin lamentos. Cuando me ocupo de esto aún estamos esperando lo por venir. Desconozco lo que ya habrá ocurrido, pero desde este lado del tiempo quiero decir que lamento la decisión de la Junta Electoral Central de vetar las concentraciones del movimiento 15M. Una legislación obsoleta, y sobrepasada por la red, dice que tenemos que reflexionar el día antes de las elecciones. Tan arcaica la ley como los juristas que la aplican. Nada de esto es ya válido. Cuando los más diversos contenidos e ideas circulan por internet, carece de sentido imponer un día de silencio. Todo ha cambiado y ha cambiado la sociedad. Ya no espera a que alguien convoque por los cauces tradicionales. Existe una nueva forma, un tan-tan del siglo XXI. Está la red. Y la ciudadanía acude, y saca su indignación pacíficamente a la calle. Nadie tiene la potestad para impedir la unidad de quienes sienten el mismo hartazgo.

Hay de todas las edades en esas concentraciones, pero sobre todo jóvenes, y me alegra. Me alegra ver que lo que ocurre les importa; que son pacíficos pero firmes; que no quieren aceptar el orden establecido. Sentí emoción cuando compartí un tiempo con ellos mientras tomaban la palabra uno tras otro; cuando en cartulinas formaban grupos de trabajo para repartirse las tareas. Dentro de poco mi generación saldrá de la actividad productiva y ellos tomarán el relevo y me sentí segura al comprobar que no todos son ni-ni, que salen a la calle para dar la réplica en la obra que los mayores hemos montado. Espero que todo haya ido bien. De ellos es el futuro y lo están diciendo claramente en la calle.