TKtin-Fo es un joven rico, guapo, sano e inteligente. Pese a tenerlo todo no es feliz, nunca ha sentido emoción alguna; ni amor, ni miedo, ni alegría, quizás tan solo el anhelo de que algo consiga acelerar el rítmico latido de su corazón.

Es una obra de Julio Verne que quiero sacar del olvido. Las tribulaciones de un chino en China , el primer libro, más allá de cuentos y aventuras infantiles, que leí en mi vida. Luego he sostenido en las manos muchos más, pero ese, la historia de cómo la emoción puede sustituir a la apatía, ha sido siempre mi preferido. Poseo ejemplares de varias ediciones, entre ellas hay una que atesoro con gran cariño, fue la primera, de la Enciclopedia Pulga , que encontré en una librería cuando tenía doce años. Casi todo lo pequeño me gusta y ese librito, con su llamativa cubierta amarilla, supongo que me fascinó. Aprovechando que aún hoy permanece el olor de las páginas impresas del día del libro, quiero sacar, como decía, del olvido en que me parece está sumida esta novela de Verne. En el año que se conmemoraba el centenario de la muerte del escritor se hicieron variadas referencias a su obra pero en ninguna de ellas oí nombrar a este joven que sufrió tribulaciones en China cuando buscaba una emoción que cambiara el rítmico y aburrido latir de su existencia. Tengo que reconocer que el que nadie lo nombrara me enfadaba un poco. Por eso hoy aprovecho esta columna para decir que este joven chino que, tras pasar penalidades, encontró la felicidad gracias a la sabiduría de su maestro, merece estar entre los principales personajes del mundo verniano . Junto al capitán Nemo, Dick Sand o Phileas Fogg, yo pongo a Kin-Fo y a su maestro Wang.