La mañana en la que se rindieron honores a los muertos, la vida comenzó a regresar a la localidad de Lorca.

Tras dos noches larguísimas de miedo, incomodidades e incertidumbre y un día, el jueves, de huida en estampida de una ciudad fantasmagórica y sembrada de cascotes, los habitantes, comerciantes y hosteleros se asomaron ayer a sus calles y se adentraron en sus viviendas y negocios para descubrir cómo el doble terremoto del miércoles afectará o no en los próximos meses a su vida.

Tras el estupor y el temor del jueves, tras las lágrimas y la piel de gallina que aún se apoderan de cualquier lorquino que relata el momento del segundo temblor, el de 5,2 grados en la escala de Richter, ayer fueron la curiosidad y la valentía, pero sobre todo la necesidad lo que empujó a mucha gente a ir a observar los daños, a descubrir si en la fachada de su edificio tenían una pintada verde, amarilla o roja para reflejar el estado de su casa.

Los técnicos, unos 200 arquitectos, ingenieros y aparejadores que se han ofrecido voluntariamente para inspeccionar y valorar las 1.717 edificaciones (o sea, bloques de varias viviendas y, en muchos casos, con comercios en los bajos) más dañadas por el seísmo, tenían previsto terminar anoche su trabajo.

Según los últimos datos, casi la mitad de los afectados (48%) pueden regresar a sus casas, mientras que el 40% puede entrar y salir, pero no vivir, según el código amarillo, y el 12% restante no puede pasar ni el umbral de su piso o negocio, ya que los edificios sufren daños estructurales.

REFUERZO DE PILARES Pero eso no quiere decir, según resaltó ayer el consejero de Obras Públicas de Murcia, José Ballesta, que estos edificios vayan a ser declarados en ruina.

"La mayoría no habrá que demolerlos, sino que con obras específicas, como reforzar pilares y paredes, se podrán arreglar".

Solo una pequeña parte, que se encuentran en peor estado, serán marcados con una pintura