Krishna tiene 43 años y desde hace 20 trabaja en la Fundación Vicente Ferrer. Antes fue periodista, profesor y representante de medicinas. Cuando era un niño y murió su padre comenzó a ocuparse del cuidado de su madre y veló para que su hermana adquiriera la formación necesaria con la que ganarse la vida. Hoy Krishna nos acompaña y hace de guía en un coche conducido por Ali, forofo de Shakira, del ‘Aserejé’ de Las Ketchup, ¿se acuerdan?, y de Enrique Iglesias. Conduce Ali con el repertorio a todo volumen y no tarda en venirse arriba a bordo de un vehículo que acelera por estas carreteras de circulación caótica donde el código al volante es meramente decorativo. No es de extrañar que las medianas estén plagadas de carabelas de chapa de las que cuelga el mensaje: ‘Go slow’.

El trayecto que hoy nos lleva a dos escuelas con niños discapacitados simboliza como pocos la India de los contrastes. A la izquierda, la Fundación que Rafa Nadal impulsó en 2010, a la derecha la universidad en la que Vicente Ferrer recibió su merecido Honoris Causa y a cada paso vallas publicitarias con la imagen de este ángel que demuestran cuán alargada sigue siendo su mayestática figura.

En los poblados se agolpan decenas de barberías, puestos donde venden collares de flores, zanahorias rojas, chirimoyas, naranjas y Fantas y Coca Colas que demuestran cómo hasta en los escenarios más míseros del planeta las grandes multinacionales hacen su agosto. Vacas, camadas de cerdos, ovejas, perros y gallos de crestas elegantes cruzan a sus anchas la carretera y Ali sortea la fauna coronándose como el rey de la fonética cuando tararea aquello de ‘Bailando, bailando, tu cuerpo y el mío llenando el vacío, subiendo y bajando’...

En las charcas los niños pescan, en los campos cultivan arroz y garbanzos, por los caminos de tierra cruzan las motocicletas conducidas por hombres a los que de la cintura agarran sus mujeres mientras sostienen a sus pequeños en brazos sin perder el equilibrio. Una hilera de infectas furgonetas van cargadas de gentes que asoman con sus pies descalzos y que nos saludan al pasar. También hay sepulturas, plantas sagradas y palmeras. Es normal que Vicente Ferrer se enamorara de este lugar donde siempre acaban por ordenarse todos tus pensamientos.

Los ojos de Nandimi llenan los objetivos de las cámaras de los 32 emocionados miembros que conforman esta expedición procedente de Cáceres y Andalucía. Nandimi es una niña preciosa de este colegio inclusivo para discapacitados al que acabamos de llegar y que atiende a 200 pequeños que al despedirse nos cantan ‘Adiós con el corazón’ en perfecto español. Impacta y no encontramos palabras que puedan describir algo así de conmovedor.

En India la discapacidad estaba tan mal vista que hasta las familias escondían a sus hijos, les ponían motes (el sordo, el cojo, el manco...) porque eran innombrables, los condenaban al ostracismo, invisibilizaban aquel presunto castigo de los dioses. Hasta que en 1993 Vicente Ferrer llegó para cambiarlo todo. Entonces solo existía a 100 kilómetros de Anantapur, la ciudad donde nos encontramos, un colegio para discapacitados que promovió el gobierno y al que solo podía acceder la gente con dinero. Cuando Ferrer montó su primer centro para niños invidentes muchos decían: «La fundación está loca» y se preguntaban: «¿cómo va a enseñar a niños que no valen nada?». Hoy esa misma fundación gestiona 15 escuelas de Primaria, dos de Secundaria y tres centros de niños con parálisis cerebral, en total 1.350 chavales discapacitados disfrutan de estos 20 internados del milagro.

Unos kilómetros más allá se encuentra una residencia para niños sordos que también promovió Vicente Ferrer. Cuenta con 226 niños y 26 profesores. Algunos de sus antiguos alumnos trabajan ya en multinacionales. Durante la visita, los chavales dominan el lenguaje en braille, el de signos, y en el salón de actos nos hacen una exhibición de baile que ha quedado para siempre en nuestra retina como el mejor regalo de este domingo en el que los microcortes de luz impiden una conexión de wifi con garantías. Y pensar que en España ya estaríamos locos sin la red.

A la vuelta, de noche, Krishna cuenta que ha habido muertos tras un accidente fatal entre coches y motos. Ya no suena Enrique Iglesias, lo cual es una suerte para nuestros oídos. Ahora la extremeña Bebe y la banda sonora de ‘Bollywood’ se han adueñado del coche de Ali.