--¿Cómo vive una chica de 16 años ese salto del anonimato a la popularidad, tras la oportunidad de cantar en el homenaje al maestro Juan Solano?

--En aquel momento no era consciente. Para mí era algo tan importante que incluso me parecía hasta rídiculo que me pagaran, porque yo hubiese pagado por hacerlo. No lo veía como un espaldarazo sino como un sueño.

--¿Ha cambiado su concepción de la música tras la colaboración de Jerry González y Chano Domínguez?

--He luchado con todas mis fuerzas para volver a sentar a la copla en el pollete de los gustos. Para eso yo entendía que le faltaba dar un paso que en su día dio el flamenco con Ketama o Pata Negra. Y eso la copla no lo había tenido. Soy muy partidaria de la fusión y de contemporaneizar, en esto ellos son los que me han abierto más registros, además me han hecho cambiar mi forma de ver la copla, la música, y sobre todo, porque me han llevado de la manita para ser más conocida internacionalmente.

--¿Cuándo se da cuenta de que se quiere dedicar a la música?

--Lloraba mucho cuando estaba en la facultad Derecho. Le decía a mis amigos que a mí lo que me gustaba era cantar. Un día me dije: Hasta aquí . Me la jugué a una sola carta y todavía me la estoy jugando.

--De momento le va bien, ¿o no?

--De cara a la galería respondo a una mujer feliz. De puertas para dentro, hay una mujer que tiene muchas dudas, que se ve muy sola. Pero ese momento de subir al escenario es orgásmico y no lo suple nada.

--¿Qué es lo que más le gusta de su público?

--La gente cree que la copla está dirigida a una generación determinada, y no es así. De hecho, cada vez que canto en Cáceres acude mucha gente joven. Entonces, lo que me encanta de mi público es lo variopinto que es.

--¿Tiene una anécdota curiosa?

--Soy muy progay y me llamaban para todos los actos. Una vez en La Machacona, un pub de Cáceres, me llamaron creo que para actuar en el Día Internacional del Sida. El escenario estaba decorado con preservativos, y uno de ellos cayó justo en mi peina . Yo veía a mis amigos que se morían de la risa, pero no entendía nada. Y luego también había un señor que no paraba de meterme billetes en el escote y no hacía más que devolvérselos. Lo hacía sin ánimo de ofender, pero claro, imagínate. Y entre el preservativo en la peina y los billetes en el escote --afirma entre risas-- fue una noche impresionante.

--¿Se necesita suerte para llegar o para mantenerse?

--Sin lugar a dudas es más difícil mantenerse. Pienso que se mantiene el que es artista. Suerte a lo mejor sí la necesita un producto comercial, que yo nunca he querido ser. Pero creo que con trabajo y luchando todo llega, tarda más o menos, pero llega.