La Garganta es un pueblo extremo. Está muy lejos de Cáceres, muy al norte y muy alto. Se encuentra en la sierra, encaramado a 1.234 metros, unos pocos menos que Piornal. En verano, sus 700 habitantes pueden fácilmente multiplicarse por dos. La Garganta es un pueblo bonito, fresquito y tranquilo, pero ayer llegó un camión grande a la plaza, se descoyuntó hasta formar un escenario y hoy se anuncia concierto.

La plaza de La Garganta está en cuesta, como el resto del pueblo. Tiene un pilón de agua helada, una baranda para apoyarse, balcones corridos, faroles y una luna grandota que aquí se ve más redonda y más brillante que abajo en el valle. Como esta noche dan música, los vecinos se han traído las sillas de casa y las han puesto contra la pared para protegerse del relente. Los más jóvenes se sientan en el suelo y los mozos se han subido a un muro de piedra desde donde se otean mejor las mozas y el espectáculo.

Pasan 10 minutos de la hora y en la plaza hay más de 300 personas, sin contar una pandilla de pillos que juegan al arrenuncio . Cuando faltan 100 minutos para la medianoche, aparece un señor alto y delgado en el escenario y, efectivamente, tenían razón los viejos: es un tío con una guitarra.

CANTA O NO CANTA Se presenta, dice llamarse Luis Pastor y anuncia que el camión es un escenario móvil de la Consejería de Cultura y que es el mismo que salió en la película de Montxo Armendáriz. Pero no convence a los viejos que se impacientan por lo bajini : "Pero bueno, canta o no canta".

Los mozos murmuran picardías, se escuchan los arrenuncios de los niños y las comadres observan y comentan. Pero de pronto, Luis Pastor dice que él viene de un tiempo de cerezas y en la plaza se hace el silencio, y sólo se escucha el gorjeo del caño de la fuente y la voz del tío con la guitarra : "Estas son canciones para que abras ventanas a la sensibilidad, para dormir a los niños".

A las once de la noche ya hay 400 espectadores en la plaza. Luis Pastor canta entonces al emigrante y el público palmea metido en el bolsillo del cantante. La noche se mece con músicas, con palmas, con detalles: canta Luis Pastor a Violeta Parra y llora un bebé. Ensalza su voz un canario y una niña se acerca a beber a la fuente. Pero los viejos siguen un punto escépticos. Y mucho más cuando el tío de la guitarra cuenta que vive con una canaria. Al instante, se percata del enredo y aclara que no es un pájaro, sino una mujer isleña.

Para ganarse a estos ancianos resabiados y expertos en mil cantares, hay que hacer algún alarde y Luis Pastor, que tiene una afonía traicionera, se dispone a jugársela a una carta: deja la guitarra, se pone en pie, se aleja del micrófono, se acerca al borde del escenario y canta a capella , sin música ni megafonía, Mariposa de noviembre . Ahora sí, ahora sí convence a un público ducho en verbenas que valora mucho a los vocalistas con facultades. Hasta los viejos aplauden el alarde.

Con la plaza entusiasmada, llega el clímax. El tío de la guitarra , que a partir de ahora será también el tío de la voz , anuncia al público de La Garganta que va a cantar en afromeño . Se trata de un estribillo que dice achiquitigüé y que la plaza entonará con variada fortuna al final de cada estrofa. El ambiente ya es de fiesta mayor y Luis Pastor se permite licencias y cantos vacilones: "Si tu mejor amiga asalta tu cubata, jódete".

Cuando va a retornar la dulzura con Flor de jara , aparece uno de los cachondos del pueblo corre que te corre subiendo la cuesta, jadeando y avisando de su llegada al estilo Tarradellas: "Ya estoy aquí". Suenan risas, pero Luis Pastor controla el ambiente recurriendo al repertorio sentimental y dedicando la siguiente canción a su madre y al público.

Lo que sigue es lo consabido: gritos de otra, otra, propina de su primer himno popular: "Quisiera cantar, ser flor de mi tierra" y anécdota: parece haberse olvidado de la letra de esta canción y llega a trabucarse un poco. Al acabar, las gentes recogen sus sillas y se van a casita. El cantante anuncia que va a sacar su manta de discos propios. "Eso sí, legales", aclara.

Se forma cola ante Luis Pastor. Una treintena de espectadores se ha quedado para comprar sus discos y que se los firme. "Es un lujo tenerlo aquí", proclama una señora. Te llega al alma", hiperboliza otra. "Para que veas lo que tenemos en La Garganta", presume la de más allá. Y en un grupo de fans se deshacen concluyentes en alabanzas: "Su voz es tan cálida, tan verdad que es de la poca gente que queda auténtica".