Ni los productos químicos que dispersan el crudo bajo el agua ni la opacidad en la información pueden ocultar ya, un mes después de que empezara, la verdadera dimensión de la catástrofe del vertido en el golfo de México. Ayer mismo British Petroleum (BP) admitió que la fuga desde el pozo submarino que explotaba la plataforma Deepwater Horizon es mayor de lo anunciado hasta ahora; las primeras capas de denso petróleo llegaron a los humedales del delta del Misisipí, el tercero mayor del planeta, amenazando con matar todo lo que toquen, y se confirmó que un brazo del vertido se ha fundido con una corriente que puede llevarlo a Florida y el Atlántico.

Conforme la letal mancha se extiende imparable, crece la indignación. Ayer en el Congreso de EEUU dos senadores, que han conseguido forzar a BP a facilitar imágenes en directo de las filtraciones desde el pozo, advertían de que no tolerarán que la petrolera perpetúe "la desinformación". Además, la Agencia de Protección Ambiental obligó a BP a buscar dispersantes menos tóxicos que los que ha empleado hasta ahora.