Suena el móvil. Se repite el drama. Apresurada, activa el teléfono mientras la angustia se desborda una vez más. No suelen ser llamadas, sino mensajes, aprovechando los múltiples canales gratuitos disponibles. Y el repertorio es muy extenso, pero ella lo conoce sobradamente: cada día puede recibir varios centenares de señales acústicas como esa. La inmensa mayoría proceden del mismo emisor. Un chico que le envía un pequeño texto para decirle, reclamarle, ordenarle cómo debe relacionarse con su entorno. Es su pareja y, por eso, cree estar en el derecho de pedirle que se eche una foto y se la envíe para saber cómo va a ir vestida hoy. Y convencerle de que esa falda se la ponga mejor el fin de semana, cuando estén juntos. O mandarle que active en su smartphone una aplicación con un servicio de geolocalización para saber dónde está su chica en cada momento. E incluso preguntarle quién es el añadido como amigo en Facebook.

Son ejemplos reales de las prácticas abusivas detectadas en los últimos tiempos entre parejas adolescentes. "A diferencia del machismo que se estilaba antes, con las nuevas tecnologías la presión es constante, 24 horas al día, 365 días al año", explica Alba Alfageme, coordinadora de la unidad de apoyo a la atención de víctimas de la Consejería de Interior. "En las relaciones de noviazgo de hace unos años las chicas se refugiaban al llegar a casa porque el principal vínculo con el exterior era el teléfono fijo y también podían descolgar sus padres. Ahora, ni siquiera existe ese filtro. El novio contacta a través del móvil y puede ejercer un control casi total", detalla.

FENOMENO MUTANTE Es pronto para establecer "con rotundidad" que el machismo crece entre los jóvenes, según la presidenta del Instituto Catalán de les Dones, Montserrat Gatell. Pero es evidente que, al amparo de las tecnologías, el fenómeno está en constante mutación. "Es una nueva forma de control de los chicos sobre las chicas, haciendo un uso negativo de estas herramientas", relata Gatell. Un estudio de las doctoras Esther Alvarez y Karin Arbach, del Grupo de Estudios Avanzados en Violencia de Barcelona, revela que el 57,2% de encuestados conocían alguna pareja en la que existía violencia, y en la mayoría (70%) eran sus amigos. El problema se agrava en este periodo porque son jóvenes que "carecen de recursos de resolución de conflictos", según Arbach, por lo que recurren a métodos más agresivos como la opción que aciertan a emplear "para gestionar situaciones novedosas, como el inicio de una relación amorosa".

"Es una violencia perversa y sofisticada porque implica una invisibilidad del control que se ejerce, casi siempre pasa desapercibida para familia y amigos y evoluciona de forma gradual, aislándole de su entorno", revela. Todo ello con la imprescindible aquiescencia de ella, que permite a su chico husmear en su móvil. Y si se niega, él derivará la batalla psicológica a hacerle ver "que lo hace por su bien, porque la quiere" y que es ella, con su negativa, "la que genera el conflicto", según la responsable de atención a las víctimas. Es imprescindible evitar que la adolescente se autoculpabilice y normalice prácticas abusivas que permiten a su pareja extender el control sobre su vida.

Los expertos consultados comparten la necesidad de incidir en una intensa tarea pedagógica en el ámbito familiar y escolar, con la inexcusable colaboración de las autoridades. Es el momento en que corresponde a la familia preguntarse con espíritu crítico "cuál es el momento para que sus hijos tengan un smartphone", revela Gatell. Manuel Gámez-Guadix, psicólogo de la Universidad de Deusto, hace hincapié en la necesidad de hacer un "uso responsable de las nuevas tecnologías".