TStabíamos que estabas malita. La enfermedad asesina, que robó tus recuerdos no fue capaz de arrebatártelos todos. Conocías a tus hijos, aunque a veces no recordaras sus nombres. Apenas podías tenerte en pie, pero caminabas. Tragabas con dificultad, pero comías. Se trataba de una lucha cuerpo a cuerpo con el mal que cada día mataba tu memoria, pero no pudo acabar con tus afectos. Estabas muy debilitada y he aquí, que en estas, llegó LA INNOMBRABLE, con la voluntad de llevarte con ella sin apelación. De nada sirvieron los tratamientos ni nuestros rezos, lágrimas y desesperación. La fría presencia no estaba dispuesta a irse sin su presa. Esperaba. No queríamos verlo, pero sabíamos que estaba allí y que se acababa el tiempo. Tuvo la generosidad de permitir que recuperaras la conciencia para despedirte de tus hijos. Ya no luchabas. Estabas lista para la partida. Después te quedaste dormida y desapareciste de nuestras vidas para siempre, llevándote una parte de nosotros. Tendremos que aprender a vivir, sin la mejor madre del mundo. Nos queda el recuerdo de los años pasados contigo y el tesoro de la persona tan especial que eras. Adiós mamá.

Manuela García Plata