El día 9 de julio de 1927 nació la benjamina de Juan y Dolores, mi madre, Carmen.

Por lo que ella contaba, su infancia fue muy feliz, pero al cumplir los nueve años de edad, estalló la inmoral y cruel guerra civil, y como tantos otros salieron de su casa para no volver, prácticamente con lo puesto. Estos años forjaron su carácter. Muchas crueldades para los ojos de una niña y ella no lo olvidó.

No pudo ir al colegio mucho tiempo, pero tenía muy buena cultura, transmitida por su padre, una gran persona.

Le gustaba mucho leer a Lorca y a Gala y también hacía sus pinitos escribiendo. Unas veces prosa y otras poesía y alguna ocasión mandó sus cartas a este periódico. En otro le publicaron un relato Amanecer en experiencia y vida, patrocinado por la Junta de Extremadura para personas mayores.

Su árbol preciado era la encina a la que se agarraba en sueños y se sentía segura y protegida. Su flor, la violeta.

También le gustaba viajar, pero su lugar preferido, el que ella visitaba todos los veranos, era este rincón del cantábrico llamado Peine del viento situado en las faldas del monte Igueldo, en San Sebastián. Se emocionaba escuchando el batir de las olas y decía que allí había una luz especial. Esa luz realmente estaba en sus ojos.

Solo vivía por y para nosotros, sus hijos y sus nietos. Todo le parecía poco.

Ella ya no está con nosotros. El día 29 de octubre de hace un año, nos dejó y hoy sus hijos hemos querido rendirle homenaje de esta manera, en el periódico que leía a diario y donde colaboraba cuando podía.

Mamá, siempre estarás en nuestros corazones, te queremos. Tus hijos.

M. Carmen, Felipey Dolores Hurtado García