Madrileños y turistas seguían ayer tomando y enviando fotos de montañas de porquería apilada junto a los contenedores en las aceras de las calles del centro de la ciudad. Algunos se tapaban la nariz porque los residuos empezaban a desprender un olorcillo nauseabundo en el décimo día de huelga. Mientras, vecinos, comerciantes, la oposición y el propio PP (dos décadas gobernando la ciudad) lanzan dardos a la alcaldesa, Ana Botella. Mucha, mucha basura en las calles y los jardines. "Unas 3.000 toneladas, a razón de las 300 toneladas de residuos que se generan al día", según las cuentas del portavoz del PSOE en el ayuntamiento, Jaime Lissavetzky.

Botella, que vive en una lujosa urbanización de Pozuelo de Alarcón, lejos del vertedero capitalino, ha logrado con su prolongada inacción y responsabilizando a empresas y sindicatos un grito casi unánime pidiéndole que solucione el conflicto y dimita. Y que muestre el supercontrato de casi 2.000 millones de euros por ocho años firmado en julio con las empresas concesionarias (OHL, FCC y Sacyr) de la limpieza, ya que se sospecha que en él no se las obligó a mantener plantilla. Las empresas negaron ayer que Botella conociese sus intenciones, pero la realidad es que en agosto hubo 300 despidos y ahora preparan otros 1.100, lo que ha llevado al plante de la mayoría de los 6.000 empleados.