Lo que les faltaba a las monarquías. Mabel Wiese, novia del príncipe Johan Friso, ha puesto en un compromiso a la casa real de Holanda por sus contactos más o menos ocasionales con un narcotraficante sanguinario. Y, lo que es aún peor, Aída Nizar, la vehemente primera expulsada de la casa de Gran hermano, va por ahí haciendo circular la especie de que tiene vínculos con la familia real jordana.

Eso sí es gordo, habida cuenta de que a Aída también le atribuyen una militancia en el PP y un pasado como señorita de compañía. Total, la pobre Mabel sólo hizo un crucero en el yate del narco, sin ella saber que tanto lujo no era fruto de la cría del tulipán, sino de la transformación de la amapola. Como se pongan a investigar a todos los que han sido invitados a pasear en yates de multimillonarios --en Mallorca, sin ir más lejos-- vamos a tener un disgusto, que no es oro todo lo que reluce.

Pero volvamos a Aída, esa allegada loca que les ha salido al rey Abdalá y a su esposa, la bella y pija Rania, que, la verdad, no les pega mucho. Ellos son muy british. De hecho, la corte jordana es mucho más occidental que las cortes europeas. A Rania le pirra Gucci y Prada. Y, aunque es palestina, pasa de atuendos étnicos. En eso, su antecesora, la reina Noor, fue más lista y siempre se vistió --sólo para las fotos, eso sí-- con trajes tradicionales jordanos pasados por la mano de diseñadores modernos. Por cierto, que Noor, en sus edulcoradas memorias, no tiene ni un detalle de afecto para Rania, ni tan siquiera para Abdalá, el sucesor de Hussein. A ver si, al final, las malas no son ni Aída, ni Mabel, sino las aparentemente buenas como la reina Noor.