"Estoy harta de sentirme como Drácula. Algún día me gustaría ver la luz del día, y no sólo a las seis de la mañana". Creer que aquellas palabras las dijo en su día Kate Moss es casi casi un acto de fe. Ella sigue con su cara de haber dormido más bien poco. Pero, ahora, la causa del sueño es su hija, Lila Grace. La maternidad la ha mantenido alejada de las pasarelas durante casi dos años. La disidencia, sin embargo, ha acabado esta semana. A las pocas horas de celebrar el primer cumpleaños de la niña, Kate Moss volvía a ser top titular en el gran cónclave de Milán.

Su regreso resultó algo parecido al desconcierto del primer día de trabajo a la vuelta de las vacaciones. "Ha sido surrealista. Era como si caminara por la calle, no vestida para un desfile", dijo tras abrir el pase de la firma Burberry (en la foto, en un momento del desfile). Un contrato millonario le animó a hacer el esfuerzo: la top es imagen de la casa y estaba obligada a pasar revista en la pasarela.

Bastante atrás quedan los tiempos en que Kate Moss sobrellevaba las maratonianas jornadas de desfiles gracias al champán y al cóctel de sustancias que llevaba en el bolso. Ahora, con casi 30 años y una niña, la pasarela le da pereza. En adelante, asegura, quiere aceptar con cuentagotas sus incursiones. La razón la desveló el martes: "Me gustaría tener otro niño".

LAS CAMPAÑAS

La modelo es una top inusual. Y no sólo por medir 1,70 metros cuando sus compañeras casi le sacan la cabeza, y ejercer de vedete en una profesión en que las chicas, a los 20 años, ya empiezan a rumiar planes de pensiones. Moss lo mismo interpreta a una bailarina de barra en un vídeo de White Stripes que le hace los coros a Primal Scream en el escenario. Y todo sin que dejen de picar a la puerta de su casa con ofertas millonarias. Este otoño tiene contratos con Zara, Burberry, Missoni, Rimmel, YSL Opium y Stella McCartney.