Esta mañana he enviado un SMS a algunos de mis amigos que decía: "Mi abuelo ha muerto". En realidad, quería haber dicho: "Esta madrugada, mi héroe ha muerto", pero no me atrevía. Ahora sí. Lo digo: "Mi héroe, el único que he tenido en la vida, ha muerto esta madrugada". Un héroe con boina, actualizada hace unos años por una inseparable gorra a cuadros, que me enseñó --a mí y a mis hermanas-- a montar en bicicleta, a nadar --nunca fui tan buena como él en estilo mariposa--, a mi hermana pequeña a montar en patines, a caerme y a levantarme, a querer a los demás por lo que son, a perdonar, a entender lo que es la tolerancia, el respeto y la bondad, principios de los que, sin proponérselo, fue un ejemplo para los que tuvimos la suerte de convivir con él. Fue un sabio sin estudios, religioso sin religión, un gran profesor sin jamás impartir ni una sola lección. Sufrió golpes en la vida, pero nunca se abatió. Fue en definitiva un hombre feliz, porque siempre buscó la felicidad en las cosas sencillas.

Ya sé que no te gustaba vernos llorar pero te prometo que solo hoy te lloraremos. Esta Nochebuena, que esperábamos volver a pasar juntos como la de tantos y tantos años atrás si tu enfermedad tenía un poco de paciencia, brindaremos por ti, por el mejor abuelo que nadie pueda haber tenido, por nuestro segundo padre, por mi héroe. Ahora toca despedirnos. Como siempre, te doy un beso y te digo: "Hasta mañana, viejo". Tú me respondes: "Hasta mañana, fea".

Toñi Escobero