Algunos fines de semana, como el del 28 de febrero del 2003, que coincidió con el día de Andalucía, solo en Muxía había 1.657 voluntarios venidos con sus ahorros de toda España para limpiar con sus manos el chapapote que teñía de impotencia y dolor las costas gallegas. Que 11 años después del mayor desastre ecológico en España un tribunal sentencie que aquello no fue culpa de nadie ha vuelto a teñir de negro, pero esta vez los corazones de los gallegos.

El miércoles despertó soleado en la Costa da Morte, aunque el mar andaba revuelto y movido. Nada que ver con el temporal que hace 11 años acabó de partir el deteriorado cascarón del viejo Prestige . A pesar de la mala mar, la mayor parte de la flota salió ayer a faenar. Y a medida que iban regresando a sus puertos, se iban enterando del fallo judicial.

"Manda carallo ". A Juan Carlos Papín, alias el Vasco , le sale del alma una expresión que no necesita traducción. A sus 47 años, este marinero de Rentería criado en Galicia recoge los aparejos para el jurel del barco La Milagrosa en el que se enroló el año pasado tras tener que vender su embarcación por la crisis. El hombre forma parte de ese 90% de la población de Fisterra que vive exclusivamente del mar. "Algo no debió de entender bien usted del juez hablando en gallego. ¿Está segura? No puede ser que nadie sea culpable de aquel desastre. ¿En qué país vivimos?"

Le responde Ignacio Castro desde Muxía, donde trabaja de gerente de la cofradía de pescadores. "Nunca tuve dudas, pero hoy más que nunca puedo jurar que en este país hay menos dignidad y justicia que en cualquiera de Africa. No somos Europa. Somos un país de pandereta. Una vergüenza".

Castro se pide un café con leche en el restaurante O Coral de Muxía. En la cofradía le esperan una decena de televisiones y radios para que valore el fallo del tribunal. Su papel fue clave durante la catástrofe del Prestige . Desde esa cofradía de la denominada zona cero se encargó de gestionar la infraestructura de acogida de los 128.000 voluntarios que entre noviembre y abril del 2003 pasaron por Muxía. Castro se casó con una de ellas, llegada desde L'Hospitalet de Llobregat. Nació Lucía.

Se muerde la lengua y respira profundo para no seguir escupiendo lo que piensa. Quiere medir sus palabras. A pesar de que nunca esperó absolutamente nada del juicio, le ha sorprendido la "desfachatez" del fallo. "Estos jueces no son conscientes de lo que han hecho. Esta sentencia es una carta blanca a cualquier nueva atrocidad en el mar. En mi casa, a mi hija de siete años su madre y su padre le contamos que hay que asumir responsabilidades cuando se hacen las cosas mal. No sé cómo voy a poder contarle lo de hoy. Siento mucha pena y vergüenza".

Es una broma, ¿no?

Los marineros de Fisterra se reúnen en el Rombos del puerto. Juegan con las cartas al subastado y apuestan un euro. Son las 11.30 de la mañana y nadie cae en la cuenta de pedirle a la dueña que se desconecte un rato de Ana Rosa Quintana y sintonice con el 24 horas de TVE para escuchar la sentencia en directo. Las cartas se reparten sobre el tapete verde de terciopelo y Eduardo Esteban Martínez, de 63 años, sonríe picarón. "Me está engañando, ¿verdad? ¿Es una broma?"

No señor. Quedaron todos absueltos. No han encontrado culpables. La partida se interrumpe. Este marinero jubilado pertenece al grupo de los que no llegaron a ningún acuerdo en la indemnización y fueron a juicio. "Si nadie fue responsable, ¿quién me paga ahora?" Telefonea a su abogado. Apagado. El patrón mayor de Fisterra, José Manuel Martínez, alias Manolete , ha escuchado la sentencia en su móvil. Llevaba un mes al frente de la cofradía cuando se rompió el Prestige . "Suerte tenemos de este mar generoso. Le quisieron matar y sobrevivió. Alguien tuvo que tener la culpa de todo aquello".

Hace 11 años, en Corcubión el entonces jefe de Protección Civil, Jorge Parrín, pasaba las noches en vela para evitar que algunos desalmados rompieran las barreras que protegían las playas de la entrada de chapapote. Querían que sus costas se mancharan como el resto para cobrar como los demás. Ese comportamiento de unos pocos fue calificado entonces y ahora de miserable. Y Castro añade: "En Galicia ningún pescador dejó de trabajar ni se hizo millonario por el Prestige , como algunos creen. Solo pedíamos justicia. Ni eso".