TEtn España hay dos tipos de ciudadanos: el manirroto y el calvinista. El primero es aquel que pone en lo más alto de su escala de valores el placer, que tratará de conseguir a toda costa y a todo coste, aunque para ello deba gastar todo su dinero y a menudo el dinero de los demás. Vive al día y cree que el futuro es una bruma inocua de la que no hay que preocuparse. El calvinista, por el contrario, se comporta como una hormiguita laboriosa, enemiga de la improvisación y siempre aterrada por lo que pueda suceder el día de mañana. Es compulsivamente monótono y ahorrativo, y prefiere abstenerse de vivir demasiado bien en el presente por miedo a vivir demasiado mal en el futuro.

Mientras el manirroto vive falsos momentos de felicidad que a la larga acaba pagando a un alto precio, el agorero calvinista vive en la gris y a la larga también ilusoria felicidad de quien nunca se permite un respiro. Aunque aparentemente están satisfechos con sus políticas económicas , ambos se admiran en secreto: inconscientemente al manirroto le gustaría ser como el calvinista, y al calvinista le gustaría ser como el manirroto.

Ninguno de estos dos modelos parece saludable, y sin embargo son los que nos gobiernan. La historia moderna de nuestro país parece una mera sucesión de gobiernos manirrotos reemplazados por gobiernos calvinistas (o viceversa). Vivimos entre el despilfarro y los recortes, entre las vacas sobrealimentadas y las desnutridas.

Hace poco los partidos se postulaban como garantes de los derechos sociales, ahora presumen abiertamente de sus recortes. Somos incapaces de encontrar un punto medio, y así nos va.