TDtecía Serrat que Tu nombre me sabe a yerba y yo digo que mi mano me huele a ajo. Así que aquí me tienen, pelando, partiendo y sofriendo; componiendo guisos, triturando carnes, lavando lechugas y añadiendo un toque de creatividad a las ensaladas porque hoy, o creas o te miran como si fueras un gañán de los de tocino y pan. Mi toque es la ensalada hurdana de naranja, limones, huevo cocido, chorizo frito y aderezo. La tomé en Pinofranqueado y la preparo un par de veces al mes para así salvar mi reputación.

Pero a lo que iba, que mi mano me huele a ajo, ergo, ya estamos en verano, ya disfruto de las vacaciones. Estos días de asueto cambio el lugar de trabajo por la cocina y aprendo nuevas reglas. Por ejemplo, en el pequeño súper del barrio me he de adaptar a lo que las señoras entienden por hacer cola. Es decir, tú llegas y crees que eres el segundo, pero no, porque ellas han pedido la vez y se dedican a recorrer estanterías, charlar aquí, allá y acullá y comprar carne, chopped y pijotas. Porque ellas son ubicuas y tienen la vez pedida en la carnicería, la frutería, la pescadería y la charcutería. Son capaces de pedir al tiempo medio de picotas, cien gramos de chorizo Pamplona, un surtido para paella y siete codornices gorditas. Que ésa es otra: ¿Alguien ha visto alguna vez una codorniz gordita? Pero bueno, me estoy liando. Que eso, que lo que les quiero contar es que mi mano me huele a ajo y que como ven soy un columnista enrollado que hace la comida y la compra y que soy un tesoro de hombre. ¿Quién es la última?