TCtuando se habla de homosexuales, pensamos en un tipo vestido con un tanga de leopardo, tocado con una melena fosforito, maquillado de lentejuelas y subido a una carroza desde la que provoca con posturas procaces durante el desfile del Día del Orgullo Gay. Inmediatamente nos imaginamos al del tanga de leopardo casado con el diablo semidesnudo de la segunda carroza del desfile y nos escandaliza pensar que eso pueda ser una familia y adoptar hijos. Pero es que esos señores no son gays, son simples exhibicionistas. En el lado heterosexual también hay personajes parecidos. Ahí está Manolo el del Bombo, otro exhibicionista de mucho fuste, eso sí, muy machote. Pero ni todos los heterosexuales son como Manolo el del Bombo, ni todos los homosexuales son exhibicionistas.

Tengo varios amigos gays y ni son amanerados, ni visten estrafalario, ni gustan de exhibiciones. Se trata de profesores, periodistas, tenderos o administrativos que tienen pareja estable y forman unidades familiares regidas por el respeto, el cariño y los proyectos comunes. Estoy seguro de que su situación de pareja se va a legalizar en Extremadura. Eso deduje cuando escuché a Rodríguez Ibarra el otro día en Cáceres defendiendo las uniones homosexuales: comparaba la inquietud social que esa medida provoca con las dudas que suscitaba el divorcio hace 20 años. Es un orgullo vivir en una tierra cada vez más liberal y si los obispos se oponen, no pasa nada: ellos están en su derecho de oponerse y nosotros en el nuestro de no hacerles caso.

*Periodista