El tren Alvia circulaba a 192 kilómetros por hora cuando el maquinista, Francisco José Garzón Amo, recibió una llamada en su móvil corporativo del centro de control de Ferrol: al otro lado del teléfono le iban a detallar la ruta que debía seguir hasta el final del trayecto. Sin descolgar, el conductor consultó unos planos, y al darse cuenta de que estaba a punto de entrar en la complicada curva de A Grandeira, frenó en seco y consiguió reducir la velocidad hasta 153 kilómetros por hora. Pero ya era tarde.

El volcado de información de la caja negra aportó datos decisivos a la investigación judicial del siniestro ferroviario más grave de las últimas cuatro décadas en España. Los abogados de las partes pudieron escuchar, junto al juez Luis Aláez, el fiscal Antonio Roma y los investigadores de la brigada judicial de Santiago, la grabación del sonido ambiente de la cabina del Alvia. El maquinista recibe una llamada. Por la conversación, se entiende perfectamente que su interlocutor es un trabajador del centro de control de Renfe en Ferrol que le indica la ruta que debe seguir hasta la parada final. Garzón consulta unos papeles, y tras un silencio de unos segundos --eternos para los que escuchaban la grabación en la biblioteca de los juzgados--, se escucha un gran estruendo. Luego, nuevamente, el silencio.

INFORME TELEFONICO El teléfono corporativo en el que Garzón recibió la llamada no ha sido localizado aún. Los investigadores ordenaron el lunes un informe a las compañías telefónicas para conocer el movimiento de llamadas y mensajes de los dos aparatos que llevaba el maquinista, el personal y el corporativo. El primer análisis --superficial-- del móvil personal confirmó lo que el maquinista declaró al juez: que no lo usó.

Sin embargo, los investigadores y el magistrado se sorprendieron porque en su declaración del pasado domingo, de casi dos horas, el maquinista no contó que en el momento de descarrilar había recibido esa llamada. Una llamada telefónica que, de alguna manera, podría arrojar algo de luz sobre la pregunta de por qué este veterano trabajador de Renfe de 52 años se despistó en un trayecto que conocía a la perfección.

"El juez le preguntó específicamente por ese teléfono, porque no lo habíamos encontrado, y no dijo nada de esa llamada", explicaron fuentes al corriente del interrogatorio. La única explicación que encuentran es que a consecuencia del trauma sufrido a raíz del accidente, el maquinista haya olvidado determinadas secuencias de lo ocurrido.

Ayer se conocieron datos del primer atestado policial que la brigada judicial de Santiago entregó al juez cuando el maquinista pasó a disposición judicial (y antes de quedar en libertad provisional, imputado por 79 delitos de homicidio imprudente). El informe, adelantado por El País , reproduce partes de su conversación con los agentes y vecinos que le auxiliaron, y sus críticas al estado de señalización de la vía. Según Julio Santiso Rielo, vecino de Angrois, Garzón decía: "Esto ya lo tengo yo denunciado. No se puede circular por esta vía a esta velocidad sin un protocolo". Y: "Si pillo al de seguridad, lo mato". Los agentes resumieron así sus palabras: "Esta vía está habilitada para circular a 200 kilómetros por hora, si bien es de elección del conductor reducir la velocidad en ese momento, al circular por una vía libre, sin señal que limite o indique el deber de reducir la velocidad. Pude haberme despistado, circulando a velocidad excesiva".

El segundo maquinista, Javier Illanes Alvarez, de 47 años, iba en el tercer vagón cuando el tren descarriló. Condujo hasta Orense, donde pasó el relevo a Garzón, a pesar de que en otras ocasiones había cubierto el recorrido entero hasta Santiago y conocía a la perfección la curva de A Grandeira. En su declaración explicó que es "un tramo delicado porque hay que reducir mucho la velocidad". "Estás circulando --continuó-- a 200 kilómetros por hora, y antes de llegar a un punto kilométrico determinado hay que ir reduciendo para pasar por ese punto a 80 por hora. Al tratarse de una reducción de velocidad tan importante, habitualmente intento hacer una frenada de confort, lo cual significa que unos tres o cuatro kilómetros antes de llegar a ese punto ya comienzo a frenar de manera escalonada".