TEtntre el frenesí de carritos del Eroski , apareció ella. Destacaba porque tenía una figura inevitable y un imán azul en los ojos. Pero lo que más me llamó la atención fue su manera de llenar las bolsas de fruta, de coger los paquetes de verdura. Lo hacía con una energía inusual, como si tuviera planificada cada bandeja de cebollas, cada redecilla de patatas... Como si no pudiera permitirse ni un fallo ni estuviera dispuesta a dedicar a la compra más tiempo del imprescindible.

Recuerdo que era a principios de un verano y que yo no la conocía de nada, pero estuve observando a aquella mujer concentrada en lo que hacía, aquella mujer para quien en ese momento lo más importante del mundo era comprar frutas y verduras y lo demás sobraba. Pasaron los días y me olvidé de la compradora implacable hasta que una mañana la reconocí en una foto del periódico. ¡Caramba! Era consejera y se llamaba María Antonia Trujillo.

No he vuelto a verla nunca más, pero sí me han hablado de ella. En realidad, hablan mucho de ella. Unos dicen que es demasiado seca y dura y que incluso hay compañeros del consejo de gobierno de la Junta que la miran de reojo porque manda mucho, porque preferirían una mujer más convencional o, simplemente, porque "una mirada suya bastará para estremecerme". Otros aseguran que es encantadora. Yo sólo puedo decir que comprando es muy rigurosa. Ahora dicen que la van a hacer ministra. Si ejerce como compra puede ser arrolladora.

*Periodista